Por Domingo Namuncura
El senador Francisco Huenchumilla fue claro, en una conversación reciente con el periodista Fernando Paulsen, en el programa “Última mirada” en CNN: “La clase política chilena es profundamente ignorante de la historia de su país”. Suscribo absolutamente su afirmación y no debiera ser extraño.
En efecto, el modelo educacional vigente en Chile, cuyas raíces conservadoras se remontan a los inicios del Estado nacional en el siglo XIX, se ha encargado por décadas de invisibilizar la cultura ancestral de los pueblos indígenas (PPII), además de desconocer la historia de violencias en su contra amparadas por el Estado sino promovidas por el mismo. En el año 2004 el Estado reconoció su responsabilidad en las injusticias cometidas, en particular, en contra del Pueblo mapuche en el histórico “Informe de la Comisión de Verdad y Nuevo Trato” (cuyo texto oficial está liberado en internet). Para la clase política chilena bastaría, en principio, leer y estudiar ese informe de 600 páginas y tendrá un primer panorama histórico.
El término Araucanía viene de un poema épico. Aparece en el poema de Alonso de Ercilla en medio de la guerra entre mapuche y españoles y fue un poema, en realidad, dedicado al Rey de España, Felipe II. Ni siquiera a los españoles combatientes. “La Araucana” se llama así por una doncella de la Nueva Imperial luego que intervino ante el gobernador García Hurtado de Mendoza que había ordenado la ejecución de dos sujetos. En su honor el poeta comienza a escribir “La Araucana”, en género femenino, obra que además tiene como protagonistas a los mapuches y los españoles. El término fue acuñado por los conquistadores, que denominaron a la región como “Araucanía”. Nada de glamoroso.
Algunas personas están diciendo que el término de Wallmapu se gestó por ahí, en los años 90, por parte de algunos oralitores (intelectuales) y activistas y revoltosos mapuches. Pura ignorancia. Pedro Cayuqueo nos ilustra y señala que ya en 1910 (a comienzos del siglo XX pasado) Fray Félix José de Augusta en su recopilación de cantos mapuche menciona el poema de mi tocayo Domingo Wenuñanco donde figura claramente el concepto Wallmapu. El texto en mapudungun es: “Itró wallmapu rupaiñi rakiduam iñche”, que traducido al español dice: “Alrededor de toda la tierra gira mi pensamiento”.
Elicura Chihuailaf, poeta mapuche y Premio Nacional de Literatura reafirma la idea de que el concepto Wallmapu es un concepto polisémico y representa una dimensión espacio-temporal que se vincula con la historia, el hábitat y la cultura de una comunidad. Es decir, cuando una palabra tiene diversos significados, y esto cubre la riqueza del concepto en el caso de la cultura mapuche. “Wall” se puede interpretar como la circularidad de los espacios, en tanto “Mapu” hace referencia al concepto de “tierra”.
El territorio actual nunca fue chileno o argentino ancestralmente. Los orígenes de estos conceptos provienen tan solo de hace 210 años con las luchas de los criollos y mestizos por la independencia con España. Antes de Argentina y Chile, todo el territorio sur del océano Pacífico hasta el Atlántico era un Wallmapu, hoy con un millón setecientos mil mapuches en Chile y unos 500 mil hermanos en Argentina, todos descendientes de la población mapuche original que se instaló en estas inmediaciones territoriales desde hace más de 4 mil años. Gulumapu indica el oeste del territorio mapuche ancestral y Puelmapu indica el este del territorio (lo que hoy es Argentina) y ambos conceptos derivan del concepto mayor que es Wallmapu que en la historia ancestral indígena hace también referencia a una mirada universal.
El reclamo argentino, proveniente de un ex diputado de Chubut, una provincia de la Patagonia de ese país, don Gustavo Menna, generó todo un incordio cuando una autoridad ministerial de Chile hizo mención al concepto del Wallmapu y luego se encendió una injustificada (y sorprendente) reacción de políticos conservadores que llegó hasta niveles diplomáticos, obligando a la autoridad chilena a moderar el lenguaje relativo al concepto, siendo que su uso trasciende las fronteras, todo lo cual alcanzó portadas de diarios, reportajes en la prensa escritica y notas de programas de televisión. ¡Increíble! Y todo, como ha señalado Huenchumilla, por ignorancia. Seamos claros.
Los pueblos que conforman el Wallmapu histórico nunca han propuesto la separación con el Estado. Por favor: tomemos nota de este punto central. Tampoco han planteado anexar Argentina o viceversa ni mucho menos reclamar territorios sin una fundamentación histórica y política. Y en el caso de Chile, recordemos, el Estado nacional ya reconoció su enorme responsabilidad en las injusticias cometidas con el Pueblo Mapuche en particular en el “Informe de la Comisión nacional de Verdad y Nuevo trato del año 2004” y formuló numerosas recomendaciones, entre ellas la restitución de las tierras ancestrales despojadas por el Estado. La tarea está pendiente.
Argentina aún no reconoce los efectos de la llamada “Guerra del desierto” en contra de poblaciones indígenas entre 1878 y 1884 para extender su territorio apoderándose de las grandes extensiones de sus tierras ancestrales. Dicho conflicto armado se realizó casi en paralelo con la “Guerra de la Pacificación de la Araucanía” entre 1860 y 1883. Curiosa coincidencia. Y el pueblo mapuche-argentino ha formulado diversos y contundentes reclamos y demandas para conseguir justicia respecto de sus tierras ancestrales afectadas por la guerra del desierto.
Los escenarios de hoy no son de confrontación entre fronteras. Cualquier referencia a la idea y concepto de Wallmapu —en Chile o en Argentina— expresa un contenido histórico, cultural, social y político y cada pueblo mapuche, en ambos países, sabrá como reclamar a sus respectivos Estados, derechos que por lo demás hoy están reconocidos jurídicamente en el Convenio 169 de la OIT (que todos los Estados firmantes deben ratificar y poner en práctica) y en la Declaración universal de derechos indígenas de Naciones Unidas de septiembre 2007.
Argentina ratificó el Convenio 169 el 3 de julio del año 2000 y Chile lo ratificó en marzo del 2008. ¿Cómo han cumplido los Estados y están cumpliendo ambos países las normas obligatorias de dicho Convenio?
Es ridículo, por tanto, generar una polémica política e internacional por ignorancia. Es lo peor que puede acontecer. Y hoy —en pleno siglo XXI— hay que ser enfáticos en esto, pues de seguir con esta rutina de dimes y diretes que además ocasionan efectos políticos que intranquilizan a la opinión pública, se lleva estos temas centrales a un nivel intelectualmente incomprensible.
Chile cuenta con un respaldo fundamental para promover una política indígena de calidad. Todo aquello está concentrado en el Informe oficial de Verdad y Nuevo Trato. Y vuelvo a los dichos del Senador Huenchumilla: “La clase política chilena es profundamente ignorante de la historia de su país”. Y esto vale para Argentina y Chile y también para otros países en donde se desconoce la historia de los pueblos indígenas que habitaban este continente desde hace miles de años, antes de que en 1800 se iniciasen las luchas de independencia en América Latina.
Es recomendable entonces que nos pongamos serios y rigurosos. Ninguna autoridad que haga referencia al Wallmapu puede sentir que está cometiendo un desaguisado del cual tenga que retroceder. Es un concepto histórico, culturalmente válido y cuya principal implicancia es el de una pedagogía respecto de los pueblos indígenas. Y que el mundo conservador no se suba por el chorro de una polémica que no entiende, no conoce ni comprende.
La Araucanía en realidad debería llamarse a futuro “La Región del Wallmapu” y dejar atrás el poema glamoroso de Alonso de Ercilla —conquistador al fin— en favor de una doncella y una historia épica de guerreros españoles y mapuche escrita con dulzura. Lo que hace a la identidad de una región es saber reconocer sus raíces culturales y nada de ello afecta la noción de chilenidad que no es solo cuecas, banderas, himno nacional y rodeos. Cornelio Saavedra fue el coronel del ejército chileno que lideró la violenta asonada de la “Guerra de Pacificación de la Araucanía”. ¿Y una comuna del Wallmapu lleva su nombre? Ésas son las contradicciones que el mundo conservador no quiere reconocer cuando defiende con tanta pasión a “La Araucana”, de Alonso de Ercilla, y cuestiona el Wallmapu ancestral. Lean el informe de la Comisión de Verdad y Nuevo Trato, documento oficial del Estado de Chile, y que la clase política Argentina viva tranquila, con sus problemas. El pueblo mapuche de Chile nunca los invadirá, así como los antepasados argentinos y chilenos sí lo hicieron con él. Así que, tranquilos. Que ambos Estados se concentren en cumplir sus obligaciones con el Convenio 169 de la OIT y todo transcurrirá normalmente. Y de paso, leer y estudiar la historia de la relación de nuestros Estados con los pueblos indígenas. En Chile, el Estado nacional reconoció sus injusticias en el 2004. El problema es que luego, entre el 2005 y ahora, ha sido lento-lento en cumplir con las recomendaciones de ese informe. Entonces, y con razón, la paciencia del pueblo mapuche hay que alimentarla con iniciativas concretas y duraderas.
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Dirigente social y político vinculado particularmente a la causa de los pueblos indígenas.
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