Por Sergio Benvenutto Palacios.
Loreto Apablaza, vecina de Cuatro Álamos y ex funcionaria de la Municipalidad de Maipú, relató a La Batalla su experiencia con Cuba, en el contexto de un acto de homenaje póstumo a Fidel Castro que se realizó el jueves 1 de diciembre en la Plaza de Maipú (ver: Sentido homenaje a Fidel Castro tuvo lugar en Maipú):
“A los 25 años me di un premio personal, de viajar a Cuba, tengo muchas amistades allá, en la universidad conocí a alguna gente. Y, por la vida, el 2005 tengo que volver, mi hija estaba enferma…”.
En este momento rompe a llorar, y no dejará de sollozar en todo lo que dura la conversación:
“Tengo que volver a Cuba porque en Chile la desahucian… Y yo busqué soluciones por todo el mundo. Llamé a Estados Unidos, a la Clínica Mayo, a un montón de hospitales en Latinoamérica, y la verdad es que la única opción que me dan es en Cuba. Mis amistades en Cuba que trabajan en el gobierno —tengo un amigo militar y todo— me hacen el contacto, y yo mandé una carta a Fidel. Y Fidel me autoriza la visita a Cuba —Chile no tiene convenio de salud con Cuba—, y el comandante me invita a Cuba. Yo tengo que pagar solamente mi pasaje, y ellos me reciben allá.
“Y yo con mi hija de tres años llegamos a Cuba, un día 10 de enero. Estuvimos cinco meses en Cuba, hasta que ella vuelve a Chile sana, sana, caminando —yo la llevé en silla de ruedas—. No gasté ni un peso allá, nada. Estuvo en el pediátrico Juan Manuel Márquez, del municipio de Marianao. Nos atendió un doctor maravilloso, nos manda con tratamiento a Chile, y desde ese día hasta el año pasado hemos vuelto todos los años a controles. Y mi hija está sana, está al lado mío, no le falta nada, no se murió”.
La hija de Loreto se llama Luna (al centro en la imagen de portada). Segun refiere su madre, en Chile fue diagnosticada con un hemolinfangioma cavernoso de las partes blandas, y que la solución a las complicaciones que conllevaba era amputarle una pierna. En Cuba fue diagnosticada con un hemangioma, y su tratamiento fue cinco años de inyecciones de interferón.
“Allá la medicina es súper extraña —comenta Apablaza—, en términos de que por ejemplo el doctor nos decía un viernes: váyanse a la playa. Y estábamos hospitalizadas… Ella nunca quedó traumada, nunca le tuvo miedo a los médicos. El trato es distinto”.
“Además, ponte tú, la vio un personaje que hacía acupuntura. Allá relacionan todo: por ejemplo, el veneno del alacrán azul, que es para el cáncer y para un montón de enfermedades que tienen mal pronóstico, es en base a homeopatía. Allá son tantas las necesidades que sacan soluciones del agua…”.
La producción de interferón es uno de los hitos del desarrollo de la medicina en Cuba, impulsado por la revolución liderada por Fidel Castro (“El futuro de nuestra patria, tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento; porque precisamente es lo que más estamos sembrando; lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia”, dijo pocos meses después del triunfo) y condicionado por el bloqueo económico perpetrado en su contra por Estados Unidos.
“Mi alma, mi corazón, están totalmente agradecidos del pueblo cubano, del gobierno, del comandante porque escuchó mi ruego en su momento —dice Apablaza—. Una lástima que más gente chilena no lo pueda hacer. Yo sé que me arriesgué, dejé mi trabajo, dejé todo para viajar. Yo era era funcionaria municipal en ese momento, el alcalde Undurraga me dio los permisos correspondientes. Es una historia de verdad, estuvimos allá, comimos la comida que comía la gente. A mí me hospitalizaron con ella, en Cuba los niños no se hosptalizan solos, en todos los dormitorios de los pediátricos hay una cama para la mamá. Entonces yo era su enfermera, yo aprendí a poner inyecciones. Yo estuve en un lugar que se llamala AMI, que es una atención médica internacional. Ahí solamente habían niños de otros países. Luna conocío a niños nicaraguenses, mexicanos, operados de la vista, niños que no tenían opciones en sus países y que llegaban allá”.
Loreto Apablaza habla de una “solidaridad del alma”, al referir cómo tras la hospitalización se hizo un sondeo para ver dónde podrían quedarse junto a su hija para continuar con el tratamiento, y dos cubanas las recibieron en su casa.
“¿Y quien hace eso aquí? —pregunta—, ¿quién te abre las puertas para algo? Acá les molesta la gente que viene de otros países…”.
Luna Adasme Apablaza tiene ahora quince años y en algunos años más quizás estudie medicina. Tal vez pueda hacerlo en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, en La Habana, gratis (financiada por el Estado).
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Suena Bonito y me alegro por esta persona que pudo sanar a su hija,
Pero veamoslo en forma realista, lo que consiguió fue a través de pitutos y no porque un hijo de vecino cualquiera escribió a Cuba , le contestó Fidel y asunto arreglado.
No quita en todo caso la posibilidad de recuperarse de una enfermedad, que si bien acá hacen faltan lucas, para allá faltan conocidos