Opinión Ciudadana

Un día nacional de los Pueblos Indígenas muy especial

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Opinión Ciudadana

Por Domingo Namuncura.

Nos preparamos en el Pueblo mapuche para conmemorar el 21 de junio el inicio del We tripantu, Año nuevo indígena, también en la versión Aymara (machac mara), quechua (Inti Raymi), Rapa Nui (Aringa Oro o koro) y así en todas las culturas indígenas de nuestra américa morena. Pero en este año 2022, esta conmemoración que se celebrará en diversos territorios ancestrales y del país, adquiere un sentido distinto desde cuando se instauró en junio de 1998 hace 24 años hasta alcanzar, recién, en el 2021 el carácter de Feriado nacional mediante una Ley de la República.

En efecto, era un lugar común de nuestra conmemoración el mantener en alto demandas sociales, culturales y políticas de mucha relevancia como el del reconocimiento constitucional de los Pueblos Indígenas (PPII) y de ello, sus derechos sociales, políticos, económicos y culturales. Lienzos y carteles en muchas marchas y encuentros, Trawün y conversatorios representaban el anhelo común de que el Estado, los gobiernos y sus instituciones y la sociedad chilena cumplieran con estas demandas. Chile había suscrito el 2007 la Declaración universal de derechos indígenas en Naciones Unidas. En marzo del 2008 la presidenta Bachelet había logrado que el Congreso ratificara el Convenio 169 de la OIT y se convirtiese en Ley de la República. Pero el Estado seguía sin cumplir importantes compromisos para validar aquello en nuestro ordenamiento jurídico. Los PPII han planteado de manera perseverante a todos los chilenos la necesidad de considerar nuestra inclusión en el debate y en los espacios de decisión del Estado. Nuestra palabra nunca fue oída de manera determinante. Y tuvo que emerger el estallido social del 18 de octubre del 2019 para que esta voz fuese escuchada.

Los partidos políticos debieron obligarse a suscribir un Acuerdo de Paz en un urgido escenario de reclamos sociales el 15 de noviembre de ese año y dejaron, exprofeso, a los PPII y a las mujeres, fuera del acuerdo. Las movilizaciones se incrementaron y el congreso aprobó una Ley para convocar a una convención constitucional y poner punto final a la constitución de Pinochet. No obstante, el parlamento le entregó al Senado la tarea de resolver la integración de los indígenas en dicha convención.

Durante el año 2020 transcurrieron largas jornadas de debates con el Senado, el parlamento y el gobierno hasta que a fines de ese año y en medio de enormes complejidades, especialmente derivadas de la incomprensión de la derecha y del gobierno conservador acerca de la importancia de incluir realmente a los PPII en el debate constitucional, se pudo arribar a un proyecto de Ley -finalmente aprobado en una dura y muy avanzada madrugada- que incorporó 17 escaños reservados para los indígenas de distintos pueblos en la convención constitucional. Luego vino la elección de los 155 convencionales y los PPII dejaron de estar -al menos en este proceso-debajo de la mesa o en la vereda del frente, marginados de las decisiones fundamentales.

El mundo conservador tuvo que aceptar muy a su pesar que la presidencia inicial de la convención recayese nada menos que en una mujer mapuche, representante de esta parte históricamente despreciada por la sociedad, los indígenas de Chile. Y así comenzamos, con un nuevo giro en la historia presente, con PPII que han llegado para quedarse como protagonistas políticos.

Pero nada es suficiente. De la vieja etapa del lenguaje racista de “borrachos”, “flojos”, “incultos”, “indios conflictivos” de la naciente república, pasamos a ser los “mecha parada”, “indiecitos”, “mapuchitas” sin mayor destino. Luego, transitamos al estado de “violentistas” sociales. Después “terroristas” y ahora, recientemente, como “secuestradores” de la Convención; “indigenistas extremos”, “demandantes de privilegios excesivos”, relatos que incluso, de manera soterrada, se compran en algunos círculos conservadores de la izquierda y de la centroizquierda.

Los PPII son anteriores al Estado nacional. Chile tiene 212 años de historia. Las distintas comunidades de mapuche que poblaban estas tierras son descendientes de las culturas arqueológicas prehispánicas Pitrén y El Vergel, entre 100 y 1.450 años d.C. que se ubicaron entre lo que hoy es el Bío Bío y el seno de Reloncaví. Son las primeras naciones del sur del continente y habitaron estas tierras desde antes de la llegada de lo españoles. ¿Cómo, entonces, el Estado de Chile puede suponer una mayor autoridad y realengo? Aquello fue posible por el descubrimiento y la conquista de américa y, en particular y finalmente, por la Guerra de la pacificación de la Araucanía.

¿Hay heridas y cicatrices profundas en los indígenas de Chile por el (mal)trato proporcionado históricamente por el Estado, y a vista y paciencia de sus instituciones? El histórico informe de la Comisión Nacional de Verdad y Nuevo Trato (2004), disponible gratuitamente en internet, da habida cuenta de las enormes injusticias cometidas, especialmente con el despojo de sus tierras e hizo justicia al establecer la verdad de los hechos.

No obstante, y después de 212 años de historia, estamos a tan solo dos meses hasta el referéndum del 4 de septiembre para cumplir con el mandato de ese Informe oficial en cuanto a reparar las injusticias cometidas, reconocer constitucionalmente la existencia de los PPII en Chile y restituir con el derecho lo que en justicia corresponde. Más que eso, el proyecto constitucional que se termina ya de elaborar en la Convención constitucional abre las puertas a un hecho sumamente relevante: al declarar a Chile como sociedad y Estado plurinacional hace un acto de justicia con una verdad irredargüible: Chile siempre ha sido y ha tenido carácter plurinacional, pero esto ha sido negado sistemáticamente por los detentadores del Estado sin una mayor justificación.

Hoy, el mundo conservador apela al miedo, a la incertidumbre. Y apuntan: “la convención ha sido secuestrada por los indígenas”, el proyecto es “indigenista”. “La plurinacionalidad dividirá al país”, “la autonomía territorial indígena” separará al país en diversos subpaíses. Los más extremos y afiebrados han deslizado en redes: “Para ingresar a la Araucanía se necesitará un pasaporte” …

Hace bien Chile, su democracia y sus ciudadanos más conscientes, en Aprobar una Nueva Constitución. Los delirios descritos sólo apuntan a tratar de sostener el andamiaje de una vieja constitución que por más de 40 años ha sido el soporte de muchas injusticias. Por eso la conmemoración de este nuevo Día Nacional de los Pueblos Indígenas (21 de junio) es una buena nueva de esperanza, de justicias reparativas para todo el pueblo chileno y la señal para caminar todos unidos en pos de una sociedad mejor y más digna, con sus mujeres y sus pueblos indígenas incluidos.  Marrichiweo.

Domingo Namuncura

Trabajador Social

Ex director nacional de Conadi (1997-1998)

Ex embajador mapuche en Guatemala (2014-2018)

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