Cierta noche leía “Brochazos y pinceladas de un maipucino antiguo 2”, de Guido Valenzuela.
Lo hacía acostado y arropado, la cabeza levemente levantada por la almohada. Siempre me reprendo por leer así, pero en el fondo me gusta. Me gusta ir dando vuelta las hojas a medida que me voy quedando dormido.
Quizás mi experiencia completa de la literatura esté marcada por el sueño. Me parece que percibo mejor el sentido de la palabra “añoranza” si la leo en un ir y venir adormilado que en un vagón del metro o en la Biblioteca del Congreso Nacional.
A veces, un episodio vibrante, una frase implacable me trae de golpe a la realidad, como a un borracho el percatarse de que le falta el celular, la billetera y la tarjeta Bip.
Fue lo que me sucedió cuando leí, en “Brochazos y pinceladas de un maipucino antiguo 2”, que una película se filmó enteramente en la avenida 5 de abril, en Maipú.
La película se llama “Verdejo gobierna en Villaflor” y es de 1942. Está protagonizada por Eugenio Retes y Malú Gatica, y es la continuación de una película de 1941 llamada “Verdejo gasta un millón”.
En la primera película Juan Verdejo, organillero, recibe de regalo un cheque por un millón de pesos, a condición de que lo gaste en seis meses. Mediante la especulación Verdejo concluye cuadruplicando la suma inicial. “En el intertanto, viaja a Pucón, conduce “automóviles con radio” y vive en departamentos de lujo”, dice el crítico Julio López Navarro.
En la segunda película, “Juan Verdejo es accidentalmente proclamado candidato a alcalde en Villaflor, un imaginario lugar cerca de Renca. Los problemas comienzan cuando es elegido…” (ídem).
Lamentablemente, dos críticas de la época coinciden en incluir el refrán: “Segundas partes nunca fueron buenas”.
La fachada de Villaflor fue levantada en la avenida 5 de abril, en la comuna de Maipú.
Según refiere Guido Valenzuela: “Las filmaciones, por lo general, se realizaban por la tarde y se extendían casi hasta la medianoche, lo que alteró la tranquila vida pueblerina, pues los escolares que las hacían de entusiastas miniactores al día siguiente se quedaban dormidos para ir al colegio y lo propio sucedía con los papás que llegaban tarde a sus trabajos”.
En ciertos pasajes de la película se enfrentaban los adherentes de los candidatos, y los extras se pegaron de verdad. Algunos quedaron enojados hasta el día del estreno.
Este tuvo lugar en el gran cine, ubicado en Pajaritos con Carmen Luisa Correa. “La cinta hubo que repetirla por varios días, porque hubo muchos que no se cansaban de admirar su pequeño minuto de fama”, dice Valenzuela.
Busqué infructuosamente la película en Internet. Pero sabía a quién preguntar: Ignacio Aliaga, director, productor y director de fotografía, es, además de maipucino, director de la Cineteca Nacional desde hace varios años.
En el café del Centro Cultural Palacio de La Moneda conversamos.
Antes de dar el primer mordisco a una medialuna, me aclaró:
—Esa película está perdida.
Ante la confesión me lamenté sin perder cierto anhelo autoimpuesto de aventura.
—“Esto pasaba mucho —explicó él— porque en esa época, y hasta el año 90, todas las películas chilenas se post producían en Argentina. En cine son dos bandas: una de imagen y otra de sonido, que se mezclan en la copia final. Ese proceso lo hacían allá, y tiraban copias para exhibición, y los negativos terminaban quedando en un gran laboratorio llamado Alex, que guardaba las películas prácticamente de todo el cono Sur”.
Estando en la quiebra —probablemente por un tema de seguro— Alex se incendió. Los restos de las películas fueron a dar a la calle y entre los que se recuperaron no estaban los de “Verdejo…”.
Por otra parte se hacían muy pocas copias de cada película, que se proyectaban de pueblo en pueblo. Copias que además estaban hechas de un material auto-inflamable. La misma proyectora podía recalentarse y se inflamaban.
Hecho este panorama, Ignacio Aliaga nos cuenta: “Entre el año 1916 y este año se han producido en Chile 430, 440 películas de largometrajes de ficción. Alrededor del 30% está perdido”.
“Verdejo gobierna en Villaflor” era una comedia picaresca (junto a los melodramas musicales, ese era el género en boga durante la época en la que fue filmada). Como gobernante, Verdejo hacía cosas “como colocar una flecha de tráfico en el único camino del pueblo. Cuando aparecía un automóvil hacía girar la señalización hacia el lado contrario y él mismo procedía a cobrar la multa correspondiente” (Valenzuela: “Brochazos…”).
Una de las críticas menciona bellas escenas campesinas; otra alude a estilizadas melodías chilenas.
Invitamos a todas las personas que han leído este artículo a hurgar entre sus cachivaches o preguntar, por si acaso.
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