Una de las noticias mas importantes de la ultima semana fue un informe de la ONU, evacuado por una comisión de 259 expertos de 39 países del mundo acerca del cambio climático mundial. El comité investigador recibió el nombre de Panel Intergubernamental del Cambio Climático, y demoró ni mas ni menos que siete años en realizar su investigación.
Para quienes desconocen el fenómeno, basta explicar que el consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón, etc.) emite dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, estos gases son retenidos por la fuerza gravitacional del planeta y generan una capa que impide la ventilación natural de la Tierra, sobrecalentandola. Tal como ocurre con un invernadero. Si no lo cree posible, haga la prueba encerrándose en un vehículo a todo sol, pero con los vidrios cerrados. Es fácil percibir cómo la temperatura al interior del automóvil comienza a subir dramáticamente.
Las conclusiones del panel de expertos de la ONU son claras y alarmantes. Con 95% de certeza se afirma que el calentamiento progresivo del planeta se debe a factores culturales, es decir, es responsabilidad humana. Además, por primera vez se logra calcular la cantidad exacta de gases de efecto invernadero (GEI), cuyas consecuencias lograríamos controlar. Esta magnitud se cifró en 1.000 gigatoneladas de carbono. Vale decir, superando el millar de gigatoneladas de CO2 en la atmosfera, entraremos a un camino de no retorno.
Lo alarmante resulta saber que desde mediados del siglo XIX hasta nuestro días, hemos liberado 531 gigatoneladas de carbono a la atmósfera, más de la mitad de nuestro limite. El proceso contaminante no se detiene, muy por el contrario, va en aumento exponencial. Hoy emitimos aproximadamente 9 gigatoneladas de carbono por año, pero se calcula que a fines de siglo, atendiendo el aumento de la población y al crecimiento económico, lleguemos al umbral de 20 gigatoneladas de GEI por cada año. Es evidente reconocer que se trata de un problema de supervivencia de la especie humana.
Pero debemos actuar ahora, porque las cifras dadas anteriormente son apocalípticas. Sin embargo cualquier lector meridianamente perspicaz puede inferir que no hace falta llegar a la destrucción total para sufrir efectos nocivos. Tal como un ser humano no necesita morir para darse cuenta de que algo provoca daños.
Parece muy sensato hacer una analogía entré el cuerpo humano y el planeta. Como todos sabemos, existe una temperatura corporal normal de 36º para nuestra especie, y basta con subir nuestra temperatura en tres grados para caer en cama, delirar e incluso ser hospitalizados. Si una variación febril de tres grados en el hombre resulta capaz de desestabilizarnos a grados de absoluta indisposición, ¿por qué no suponer que el aumento de 5º en el planeta no será capaz de generar efectos igualmente dañinos para la estabilidad mundial?
Parece difícil detener este camino infernal de destrucción bajo el marco de un sistema económico basado en la satisfacción individual de necesidades y por sobre todo, el crecimiento ilimitado. Ambas premisas fundamentales del capitalismo. Resulta increíble mantener un sistema que cree en el crecimiento infinito dentro de recursos finitos.
Hasta ahora, la discusión mundial estriba en torno a cambiar nuestra matriz energética, resorte de la autoridad de la ley. En este sentido apunta el desarrollo de energías renovables y limpias. Pero, sin lugar a dudas, el desafió más importante apunta a la quintaesencia del capitalismo. ¿Realmente necesitamos consumir todo lo que el mercado nos ofrece?
Si respondemos esta pregunta tendremos gran parte del problema resuelto. Sin embargo es difícil posicionarse con distancia puesto que estamos hiper bombardeados por una publicidad grotesca, que nos ha convencido de idioteces como el sueño del automóvil propio.
Seguramente esta discusión es un anatema para aquellos que de erigen como adalides de la libertad, para ellos no hay nada más aberrante que restringir el consumo y, en consecuencia, la riqueza. Alguien tendrá que decirles que, de continuar con su ceguera, serán sus nietos los que no tendrán riqueza alguna que defender.
* Profesor de Historia y Geografía. Maipucino.
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