Por José Antonio Lizana Arce.
Fotografías de Sergio Benvenutto.
Ruperto Morales Cortés nació hace 62 años en la comuna de Recoleta, pero llegó en 1970 a la Villa México, que según dice en esa época pertenecía a Maipú. Actualmente vive en la Villa Grundig, cerca de la calle Carmen y del Templo Votivo.
Morales padeció a corta edad una poliomielitis que lo dejó con algunas importantes secuelas físicas. Una crisis a los quince años lo llevaría al quirófano, pero las manos milagrosas del doctor Patricio Pérez, del Hospital Pedro Aguirre Cerda, en Peñalolén, le darían otro rumbo a su vida.
“Después de la intervención, me sentí como nuevo. Creo que fue un tratamiento revolucionario del doctor Pérez. A partir de ahí, creo que tuve una vida relativamente normal”.
Realizó sus estudios universitarios de Químico Farmacéutico en la Universidad de Chile, pero solamente llegó hasta tercer año. Dejó la carrera en 1982 para dedicarse a taxista, oficio que ejerce hasta hoy.
En 2003, una carrera cualquiera lo cruzaría con un pasajero que efectuaba clases de tenis de mesa en un gimnasio de Cerrillos. Precisamente, su hijo de trece años necesitaba realizar actividad física luego de fracasadas experiencias en fútbol y futsal.
Así empezó a acompañar a su vástago a las clases de tenis de mesa y terminó jugando uno que otro partidito con los alumnos de la misma. A poco andar, el juego de su hijo fue evolucionando y fue solicitado por el team del Liceo de Aplicación y por un equipo de un gimnasio municipal que estaba en calle Lord Cochrane con la calle Santiago, en Santiago-Centro. Allí entrenaba el actual seleccionador nacional Marcos Núñez y el seleccionado Cristián Dettoni quienes lo invitaron a entrenar al antiguo gimnasio del Comité Olímpico en calle Tarapacá. Sin pensarlo, se integró al combinado nacional que dirigía Arturo Marín.
“Mi primera competencia internacional fue un panamericano específico en Mar del Plata. Se trató de un torneo muy informal que comenzaba un lunes y tuvimos que viajar el mismo lunes. Llegamos cuando el campeonato ya había empezado y por toda esa improvisación me fue mal”.
En 2011, participó en los Juegos Parapanamericanos de Guadalajara y tuvo un aceptable cometido, consiguiendo medalla de bronce por equipos junto al antes mencionado y destacado tenimesista Cristián Dettoni. “Le ganamos la definición a Argentina y perdimos con Brasil en semifinales por 3 a 1. Yo le di el punto a Chile”, comenta emocionado el deportista maipucino.
En 2010, se dispuso a las instrucciones de los seleccionadores Rafael Bianco y Jorge Palma. Este último revolucionaría los métodos del tenis de mesa nacional gracias a sus estudios en Alemania y a sus capacitaciones en técnicas paralímpicas y convencionales. “Él nos hizo entrenar todos los días y en doble jornada. Cuando él se fue en 2012, lo reemplazó Francisco Carrasco, quien continuó de la misma forma el proceso”.
En los I Juegos Parasuramericanos de Santiago 2014, consiguió el segundo lugar por equipos, perdiendo la final con Brasil y ganándole la definición por la plata a Argentina por 3 a 1. En los Juegos Parapanamericanos de Toronto 2015, llegó a cuartos de final en individuales y no participó en la serie por equipos. Tras la medalla en Guadalajara en 2011, obtuvo una beca que perdió por no retener la medalla en Toronto 2015. Asimismo, salió del entrenamiento del alto rendimiento. Nunca se ha acercado a la Municipalidad de Maipú a pedir apoyo, porque se considera una persona de bajo perfil y porque ha sabido que a otros compañeros no les ha ido muy bien en estos trámites. “No me gusta divulgar lo que hago; es para mí y para mi familia. Además, me han contado algunos compañeros de la comuna que las autoridades no pescan mucho. Nadie sabe de mí; he hecho las cosas por las mías y todo bien. No sé cómo se maneja todo esto y así prefiero evitarme malos ratos”.
A Morales le gustaría seguir jugando por mucho tiempo más, entendiendo que el tenis de mesa es posible practicarlo hasta avanzada edad. “Yo tengo 62 años y sigo jugando en este deporte. Hasta los 80 todavía se puede. Si tú me ves jugar, creerías que soy un cabro joven. Cuando uno quiere hacer algo, lo puede hacer y no hay límite. Los límites se los pone uno y fíjate que yo con 50 años empecé en el alto rendimiento. Hay que ser constante y darles pelea a los cabros jóvenes. Hay que soñar, jugar y ganar”. Palabras de un vecino hasta ahora anónimo de la comuna, palabras de un campeón parapanamericano que vive en la Villa Grundig.
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.
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