Cada año la entrega de resultados de las pruebas de medición de la calidad educativa, a las que son sometidos los escolares del país, está precedido de una curiosa expectación, que es como la espera de un tornado, que viene, pasa y se aleja para volver un año después.
Dada la poderosa herramienta que representa la educación, como un factor gravitante en el desarrollo personal, familiar y por consiguiente en las expectativas de país, por alcanzar estándares superiores de desarrollo, los resultados del SIMCE, así como los de la PSU, PISA y otros asociados, son escrutados por investigadores, fundaciones, consultores, autoridades, expertos educacionales y otros no tanto, que cada cierto tiempo se hacen parte del baile de los que opinan, planteando soluciones, haciendo recriminaciones, cuadros estadísticos, elaborando hipótesis o simplemente repitiendo lo que escuchan.
A nivel nacional se siguen constatando los mismos problemas de siempre, entre ellos, la brecha existente entre los aprendizajes que logran los alumnos de sectores más pobres y más ricos, siendo también factores relevantes el nivel educacional de los padres , la asistencia a clases, la disciplina escolar, las competencias docentes etc.
En medio de todo, el Ministro de Educación Joaquín Lavín llama a “ponerse las pilas”, señalando que esto significa una nueva carrera docente y un nuevo modelo alternativo a la administración municipal.
Maipú:
Nihil novum sub sole.
La realidad local en esta materia es muy semejante a los resultados país, donde por años la evidencia es un estancamiento, y donde las cifras globales se mantienen a pesar de algunas oscilaciones o movilidad positiva o negativa en algunos puntajes de establecimientos educacionales, que no logran alterar significativamente el cuadro general.
En una próxima nota, incluiremos un análisis comparado de las dos últimas mediciones del sistema educativo local, tanto para los colegios municipales, particulares subvencionados y particulares pagados.
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.
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