Desde la aparición de la pandemia por COVID-19, la educación en el mundo sufrió las consecuencias de los estragos a la salud y la amenaza a las vidas humanas, producto de un virus contagioso del que poco se sabía y para el cual la medicina no tenía respuestas, por cierto, Chile no ha sido la excepción.
El proceso de enseñanza, la educación en sus distintas formas e idiomas, debió buscar nuevos derroteros y métodos de trabajo para atender a los niños y jóvenes en formación, quienes ahora cambiaban abruptamente su lugar de aprendizaje desde un aula de clases, compartida y socializada con compañeros de estudio, a algún espacio en su hogar hasta donde debía llegar la voz de sus maestros y maestras.
Los profesores y profesoras debieron prepararse sobre la marcha para asumir el desafío gigantesco de mantener activo el contacto, el aprendizaje y la contención de sus estudiantes. Con recursos limitados, conectividad a veces inexistente, medios tecnológicos insuficientes, atendiendo una realidad que ha sobrepasado por lejos las tareas y horario habitual dedicado a su trabajo. Habilitando espacios e interrumpiendo la privacidad de sus propios hogares para poder contactar a sus alumnos y alumnas, también en espacios compartidos de sus hogares.
Casi como una culpa propia además, los docentes en el país han debido sobrellevar todo este tiempo de suspensión de clases presenciales un hostigamiento permanente, respecto de un debate en torno a retomar o no las clases en una nueva normalidad.
Estudios sobre el Bienestar Docente
Tomamos como referencia el resumen de datos del estudio “Efectos del confinamiento por COVID-19 en el bienestar docente”, elaborado por la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo (UDD) junto a Fundación Liderazgo Chile (FLICH) y la Universidad Andrés Bello (UNAB), en el que se destacan entre otros los siguientes indicadores:
Conclusiones de especialistas frente a los resultados del estudio:
El Doctor en Psicología de la UNAB, Xavier Oriol, destacó que, a la luz de estos resultados: “Se aprecia que la carga laboral para los docentes ha sido muy fuerte durante estos meses de pandemia y se observa en la alta sensación de saturación laboral y agobio. También se ve un fuerte desgaste, a través de un importante cansancio físico y emocional, destacándose la presencia de afectos negativos como la irritación y la tristeza”.
A su vez, el Doctor Jorge Varela, director del Centro de Estudios en Bienestar y Convivencia Social (CEBCS), de la Facultad de Psicología de la UDD, indicó -frente a estos indicadores- que: “Cuando miramos las emociones negativas más altas que nos reportan los docentes, como son sentirse irritado y sensación de tristeza, debemos preguntarnos ¿por qué esto es relevante? Pues, debido a que son marcadores muy importantes para problemas de salud mental y de ansiedad. No depresión, pero si la posible antesala de otra sintomatología un poco más compleja a nivel de salud mental”.
“Ahora, cuando los docentes logran mantener una ilusión por su trabajo, a pesar de este contexto adverso, eso se asocia positivamente con emociones positivas, y negativamente con emociones negativas y-a su vez- con su bienestar. Por lo tanto, es evidente que existe un grado de asociación” añadió el especialista.
La mirada y testimonio de los profesores y profesoras desde Maipú
Ya habíamos recogido en una crónica anterior en laBatalla, el testimonio del horario 2020 de una profesora de Maipú, con la colaboración de la profesora Katherine Alvarado.
La docente del Liceo nacional que participó de dicha entrevista, nos dice ahora, a propósito del agobio y cansancio laboral: “El agobio laboral que hemos sufridos las y los profesores siempre está solapado por el deber ser de nuestra profesión y la idea romántica de cómo debemos actuar. Todos los días prender cámara, instar a nuestros alumnos y alumnas a que tienen que estar animosos, que tienen que tener una actitud positiva, les ponemos oídos a sus penas, a las ganas de conversar que muchos niños jóvenes evidencian quedándose después de clases.”
“En casa somos cinco integrantes todos en actividades online, mi esposo también profesor y mis tres hijos conectados, ha sido un año difícil. Tratamos de sostener, acompañar a nuestros alumnos en sus aprendizajes, nos interiorizamos de sus problemáticas por las que sufren. Frente a este panorama, podría uno esperar que no se nos exigiera tanto proceder administrativo, pero no, cada vez es más y más, que llamar por las canastas de alimentos, que mandar las nóminas de asistencias, que los módulos de aprendizajes. Sumado con la confección del material, la realización de las pruebas, selección de material audiovisual, realización de reuniones de apoderados, asistencia a consejos o reuniones eternas. Y la interrogante que surge: ¿Quiénes nos contienen a nosotros y nosotras? ¿Qué hacemos con esas ganas de gritar, qué hacemos con la pena infinita que nos embarga?”.
Mauricio Pavéz, el máximo dirigente del Colegio de profesores y profesoras de Maipú, nos dice con tono seguro y emotivo: “Hoy, en este nuevo libreto pandémico, me levanto, me conecto y los veo a ellos, nuestros niños y niñas en lugares distintos a la escuela, muchas veces detrás de un punto con una imagen o simplemente sus iniciales.”
“Me saludan y preguntan si el objetivo es el mismo de todas las clases, yo con voz atribulada siempre respondo lo mismo: SÍ, el objetivo de esta clase es ser felices y buenas personas. Y así transcurren aprendizajes, el conocimiento, el compartir experiencias significativas que vivimos como historias semejantes, en medio de un mar inmenso nadando hacia la orilla con nuestros propios medios, nuestros traumas, nuestros miedos y nuestras alegrías. En este Chile desregulado con una educación abandonada, nosotros los profesores y profesoras tomamos el timón y respondemos con profesionalismo donde no lo hay y amor donde muchos tratan de esconderlo tras sus cifras o planillas excel, que solo aportan agobio y sin razón.”
Natalie Carrasco Chacón, profesora del Colegio Reina de Suecia, puntualiza lo que en su opinión tiene agobiado a los profesores. Destacando que a veces no se manejan las herramientas tecnológicas para realizar una clase motivadora, haciendo que los docentes se frustren y estresen, sobrepasando esto a los estudiantes.
La profesora Natalie agrega como otros factores de agobio: ”La cantidad de horas que los y las profesoras están expuestos a las pantallas, revisión de tareas, la preparación de clases, consejo de profesores y capacitaciones, entre otros, la cantidad de horas que se está dedicando al trabajo fuera del horario de contrato presencial, tratar de dar solución a todas y todos les estudiantes y sus familias a través de una pantalla.”
María Isabel Donoso, profesora de la Escuela San Luis, al referirse sobre el tema del agobio hace presente los trámites administrativos que se solicitan desde la Unidad Técnico Pedagógica e Inspectoría general: ”Lo primero es la asistencia diaria, la cual debe ser llenada en una planilla excel y se debe enviar a Inspectoría por el profesor jefe, los días viernes hasta las 14:00. Si olvidabas, se nos recordaba a través de un WhatsApp institucional, el cuál en el tiempo fue cambiando a llamadas telefónicas y ahora a través de correos electrónicos.”
También hace referencia al aumento de stress producto de acompañamientos que se hace de las clases. Y agrega algo que ha estado presente en la mayoría de los relatos, como es el caso que describe:
“Durante los momentos de entrega de canastas Junaeb, se me solicita como profesora jefe monitorear la entrega que es en el horario que debo realizar clases, interfiriendo mi proceso de actividades con los estudiantes.”
“Por último, se me indicó que si en algún momento se cae la señal de internet debo recuperar la clase agendando otro día. Todos los días de clases estoy tensa para que la señal no tenga inconveniente. Para que no tenga problemas en la conexión, tuve que cambiar de compañía de internet y subir el plan, el cual afecta mi presupuesto mensual“, afirma la docente.
Por su parte, el profesor que se identifica como Marcelo, nos señala con mucha fuerza y convicción que “Estos meses de teletrabajo han sido muy difíciles”
“A la incertidumbre por el bienestar de nuestra familia, se agrega el problema de aprender a manejar nuevas plataformas para hacer clases y evaluar a nuestros alumnos. Crear estrategias para hacer nuestras clases de forma entretenida y eficiente y no aumentar la deserción de los alumnos. Crear nuevas formas de evaluar a la distancia aspectos tan específicos como la expresión oral.”
“A esto debemos sumar la permanente presión por mantener el rendimiento y no bajar el rendimiento histórico del establecimiento. Elaborar abundante material didáctico para apoyar el aprendizaje; programar y coordinar evaluaciones en línea. También tenemos un inmenso trabajo de contención con nuestros alumnos y apoderados.”
“Nadie toma en cuenta que los profesores desarrollamos una tremenda función social. Personalmente, he tenido que atender y derivar a alumnos con graves problemáticas familiares; tramitar las canastas Junaeb, organizar colectas de ayuda, buscar estrategias para mejorar la asistencia, indagar continuamente sobre la salud mental de las familias.”
“A todo esto, se agrega la tremenda presión cotidiana para desarrollar labores administrativas: asistencia, evaluaciones, registro de actividades, reuniones de profesores, reuniones de departamento, reuniones de apoderados, talleres de reforzamiento. Todo esto significa estar 10 o más horas sentados frente al computador, recibiendo continuamente correos, WhatsApp y trabajos, tanto del liceo como de apoderados y alumnos.”
“En resumen, trabajamos bajo presión y 24/7. No disponemos tiempo para dedicarnos a nuestras familias y menos para tener tiempo de descanso y recreación. Nos están reventando. Y lo peor es que nos hacen responsables directos del bajo rendimiento, la baja asistencia, la deserción, la pérdida de matrículas y todos los problemas derivados de la pandemia. Estamos sometidos diariamente al maltrato, el agobio y el ninguneo desde el Ministerio de Educación hasta de nuestros empleadores”
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