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Nueva Constitución

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¿Nuestro actual sistema constitucional, obedece a un contrato social que el pleno de la comunidad da por cierto y legitimo?

La respuesta es no.

Uno de los motivos que hace particularmente atractiva la próxima contienda presidencial es la tendencia a poner en el tapete temas o problemas profundos al escrutinio ciudadano. Hace muchas décadas que el país no experimenta un proceso eleccionario con posibilidades de cambios reales, superando el voto testimonial de candidatos outsider, que poco o nada huella han dejado en la opinión publica.

Uno de los elementos a debatir es la necesidad de contar con una nueva constitución para nuestro país. Este punto parece de una importancia fundamental. Es no sólo legitimo, sino necesario crear una nueva constitución para Chile. Tal parece que el analfabetismo político de las generaciones post dictadura ha impedido la capacidad de aquilatar la trascendencia de este planteamiento.
Para aproximarnos al punto, es necesario recordar al ginebrino Jean-Jacques Rousseau, quien populariza la noción de contrato social. El contrato social es aquel fundamento que legitima la autoridad del Estado, como, por ejemplo, las leyes que debemos obedecer. Para el pensador ilustrado, la justificación para obedecer una ley descansa en el bien común que mueve al espíritu de la misma. En consecuencia, cada individuo de nuestra sociedad no es completamente libre para hacer lo que quiera. Cuando cohabitamos con otros, en comunidad, debemos supeditar nuestra libertad personal con el objeto de respetar la libertad de otros o cautelar derechos fundamentales. Justamente la idea de ceder parte de nuestra libertad en aras de un bien superior es lo que llamamos contrato social.
Cabe entonces preguntarse. ¿Nuestro actual sistema constitucional, obedece a un contrato social que el pleno de la comunidad da por cierto y legitimo?
La respuesta es no.

Otra buena razón para cuestionar la actual carta fundamental, es que fue hecha en dictadura, sin respetar los mínimos estándares democráticos. Se hizo sin oposición, sin deliberación, con censura informativa y con absoluta opacidad en el proceso de escrutinio. Aún suponiendo que nuestra actual carta  fundamental respondiera a la voluntad general, es necesario renovar el proceso legitimador, solo por una cuestión de formas. Con horror somos testigos de destempladas declaraciones de políticos que indican que el asunto constitucional no es relevante para la ciudadanía. Nada mas equivocado. Cuando los políticos nos imponen una obediencia ilegitima, entonces para la ciudadanía se vuelve irrelevante el político. Fernando Atria causó polémica y escozor cuando afirmó que esto se va a cambiar por las buenas o por las malas. Lo que afirma el abogado y académico de la Nueva Mayoría es simple realismo histórico. Cuando los sistemas políticos no responden al beneplácito general, terminan destruyéndose con violencia, excesos y locura. Eso es lo que Chile debe evitar. Esta es la función de nuestra clase política. Lamentablemente nuestro presidente tiene la cabeza en otra parte, para Piñera es más importante llegar al desarrollo antes que termine esta década.¿Se dará cuenta Piñera que precisamente es el modelo de desarrollo, que tanto le obsesiona, el que está en cuestión?Dentro de la oferta de candidatos, prácticamente todos optan por un cambio constitucional, pero se difiere en los mecanismos.

Marcel Claude y Marco Enriquez-Ominami piensan en una asamblea constituyente, es decir, una convención nacional, con representantes de todos los sectores políticos, encargados de deliberar  y redactar una nueva Constitución. Este mecanismo es casi imposible debido a que debe contar con una ratificación improbable del Parlamento. Esta seria entonces una vía no institucional.

La candidata de la Nueva Mayoría sostiene que es necesario ganar, en primer lugar, una mayoría en el Parlamento, la cual allane el camino hacia una nueva Constitución. Es la vía institucional. Este es la formula que corre con ventaja. Sin embargo resulta difícil creer que los mismos que han tejido interés en que el sistema se mantenga igual, lo cambien realmente. Es probable que devenga en gatopardismo.

Una cosa es clara, si el principal problema del país es su desigualdad, esta se combate repartiendo oportunidades a costa de quitar privilegios. Prácticamente ningún grupo privilegiado, en Chile y el mundo, renuncia a sus privilegios de forma voluntaria. Evelyn Matthei es prueba contumaz de aquello. No sabemos como terminará esto, pero al menos parece será interesante.

* Profesor de Historia y Geografía. Maipucino.

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