Me encanta que tantas mujeres estén hablando de esto.
Tengo el muro del Facebook lleno de testimonios de abuso sexual, acoso callejero, algunas sacando a la luz la historia del abuelo/tío/papá abusador protegido por la familia, otras subiendo sus dibujos, otras invitando a marchar.
El monstruo es grande y se está viendo amenazado, y no se va a rendir así como así, va a haber que pelear. El espacio hay que recuperarlo, no esperar a que lo devuelvan. A los weones que están como perros cuidando la calle gritando cosas a las mujeres solo porque caminamos por “su” territorio, hay que mirarlos a los ojos hasta que tengan miedo, hacerlos retroceder, que les tiemble la voz. Al pololo/marido hay que dejarle claro desde el comienzo que tu vida y tu cuerpo sigue siendo cosa tuya, que no por ser su pareja estás obligada a decirle dónde estás, con quién estás y a qué hora vas a llegar. A los niños, pero sobretodo a las niñas, hay que enseñarles que su cuerpo es solo suyo, que no tienen la obligación de dar un beso si no quieren, y que si alguien les hace algo que griten, a todo pulmón, lo más fuerte que puedan. Al Estado hay que exigirle que deje de meterse en nuestro útero. A los adolescentes hay que enseñarles que el sexo es algo que se hace entre dos personas, no entre una persona y un objeto. Hay que parar en seco a cualquier weón ante el más mínimo chiste machista. El humor es una herramienta genial si se usa para desarmar al opresor, pero hacer chistes contra un grupo oprimido solo es la cobardía rascarle la guata al monstruo para evitar que te coma a ti.
El monstruo se va a quejar, se va a victimizar, va a tratar de confundirte con un #nadiemenos, pero finalmente va a morir, porque ya huele a muerto, porque está hecho de muerte.
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.
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