La vimos mientras tomaba fotos con su celular. Dos escolares se hicieron los graciosos y le posaron de frente, haciéndole el gesto del pulgar arriba. Ella siguió el juego y los fotografió. Vestía un polerón morado con gorro y una corta minifalda blanca, que hacía que los mirones ralentizaran sus pasos. Nosotros veníamos de almorzar en el mercado y esperábamos la 405 para ir a Santiago. Como siempre, habíamos descartado el metro y la micro demoraba más de la cuenta. ¿Será china?, pregunté. No, esta mina es de Japón, respondió Mario. ¿Cómo sabes? Bueno, porque tiene los ojos rasgados hacia abajo, los chinos los tienen hacia arriba, es japonesa, te lo firmo. ¿Y de dónde sacaste eso? Lo vi en Youtube, en un documental sobre rostros asiáticos.
No sé si fue por el aire caliente que había a esa hora en la plaza o porque las teorías de Mario a veces eran inventadas, pero su explicación no me convenció. El consuelo fue que de igual modo, pensé, resultaba particular que hubiera una japonesa, china o coreana en la plaza de Maipú, un lunes a las tres de la tarde. Cacha hueón, le está sacando fotos a la cajita del semáforo, saltó Mario con sorpresa. ¿Y qué tiene? Es que en el documental de Youtube, decía que los japoneses fueron los primeros que pusieron esas cajas con el botón, como una medida pa que la gente no estuviera tan impaciente por los semáforos largos. Seguro que ya no se usan allá y le debe parecer extraño que acá todavía existan, sostuvo. Hueón, yo siempre aprieto esos botones cuando estoy esperando que cambie un semáforo. Bueno, pa que veai po hueón, eres una víctima de la mentira, lo que es yo, nunca confié en esas cajas de mierda, sentenció. Incrédulo, y siendo testigo de la fascinación que le provocaba a la chica la caja amarilla, le pedí a Mario que me dijera el nombre del documental. Su respuesta fue que no se acordaba, ya que, según él, tenía unas letras raras en el título. Quedó de enviarme el link por la noche.
Ante los ojos atónitos de los transeúntes que la miraban, y que ya se habían multiplicado a esas alturas, pregunté cuáles serían las razones para que ella estuviera aquí. Pensé que quizás podía ser el Templo. Mario me miró serio y me dijo, hay que preguntarle po hueón, espérame aquí. Nervioso, vi cómo se acercó rápidamente a la chica y le estrechó la mano. Intercambiaron algunas palabras, hasta que él se dio vuelta a mirarme y me apuntó con el dedo. Ella río y me hizo un gesto de saludo, al que pudorosamente respondí. Conversaron animados por cerca de dos minutos y luego se despidieron.
Mario volvió a mi lado y me dijo, ya tengo tus respuestas. La mina es japonesa, y está en Maipú porque pololea con un hueón que vive aquí, qué tal. Ah, y no tiene idea que hay un templo acá. Chuta, bien po, pero ¿qué onda lo de la caja del semáforo? Hueón, por favor, no le iba a preguntar eso po, pa que tan tercermundista, si es lo que te dije, en serio, está en el documental, continuó.
En la micro, Mario me dijo que la japonesa se llamaba Misako, y que ante su pedido de que le repitiera el nombre, se lo había ejemplificado con la frase “mi saco de dormir”.
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se agradece que la literatura
vuelva a sus inicios cotidianos
me gusta la idea que la cotidianidad
sea el motor y motivación
para un escritor
Entonces te encantará Al Pacino estuvo en Malloco, su primer libro autoeditado
Excelente, me encantan estos cuentos tuyos, felicitaciones!!!!
"Xiaochan, you can even sit on the moon. You simply It's amiazng! I am sure that you are the first animals to the moon by the animal. good, I envy you! "Xiaotu listening, happy to smile. Then, with the moon sister Xiaotu to its home. Only, the moon sister's home stars are everywhere. The eyes of a star a Zha Zha, like Xiaotu greeted the arrival of a mouth, like: "Xiaochan, Hello, we at the Moon Palace waiting for your arrival." Xiaotu listened