Aún es dable, para alguna generación, evocar la figura de algún tío brioso y dueño de la situación y de la casa con parrón. Bebedor de vino, apoyadas sus manos sobre un mantel de hule. Que se ríe y habla fuerte, menta a su madre, hace chiste de “los cabros” y lleva bigote.
Eso es más o menos lo que conjeturamos habiendo cruzado unas pocas palabras con Armando Enrique Olivares González, uno de los dueños del restaurant “El Chancho con Chaleco” (los otros son su hermana Ana Susana junto a su esposo, Osvaldo Qüense). De baja estatura, nos sale a recibir a la calle-vereda, al caer la tarde. Debemos esperar que termine su once mirándolo de lejos, desde una sala cuya penumbra pronto es llenada por luz artificial (no se apagará sino hasta pasadas las cinco de la mañana del día siguiente).
Falta un par de horas para que el público llegue. Ha vuelto a hacerlo desde la reapertura del local en julio de 2013, de un modo que sorprende favorablemente a Olivares. “Ese rincón donde quedaste…”, le han dicho. Pero él responde:
“Este rincón es el rincón de “El Chancho con Chaleco”, el rincón de Maipú que nació por allá como en 1915, podría decir, 1920… Siempre estuvo en este rincón, y este era el rincón donde llegaba la gente a tomar el tren, cuando estaba la estación aquí de Maipú. Y todas estas eran casas quintas, entonces por eso que mi abuelo puso una quinta de recreo. La quinta de recreo se llamaba restaurant “Venecia”, y el nombre también dice que se lo puso él porque estábamos rodeados de canales. Él tenía un estacionamiento, no como el que tuvimos que poner nosotros ahora, pero tenía estacionamiento: por un portón entraban los Mercedes-Benz de esa época…Amarraban los caballos en los palos que tenía para amarrar los caballos…”.
Como picada sin nombre perteneció a su tío abuelo, Armando González. Como restaurante y quinta de recreo “Venecia” a su abuelo, Luis González.
Hallábase una noche Luis González en el Venecia junto a un grupo de amigos. “Hubo una pequeña discusión —explica Olivares—. Que él quería cerrar, y otros no querían irse porque estaban lanzados, qué se yo, y uno dice: ¡Ya pos, no te pongai pesa’o pos, chancho con chaleco!, y todos se murieron de la risa…”.
“Porque él usaba un chalecos llamativos, en los cuales le cruzaban unos llaveros, de bolsillo a bolsillo. Porque tenía dos bolsillos. En uno tenía el reloj, típico antiguo, el redondo, que le cruzaba de un lado a otro; y otro arriba. Y él lo lucía siempre, porque a él le gustaban ese tipo de chalecos, y eran llamativos muchos de ellos. Y él era más o menos un hombre corpulento, gordito”.
El restaurant “Venecia” pasaría a llamarse “El Chancho con Chaleco”. Haciendo el mínimo esfuerzo podríamos decir que ha navegado sinuosos caminos desde entonces hasta hoy. De Luis González pasó a manos de su hija, Procesa González (“La Pochita”. Conocidísima en Maipú); de las suyas a las de los mencionados dueños actuales.
Continúa la próxima semana…
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