María Delfina Vergara estudió en la escuela San Martín, y Guido Valenzuela en la O’Higgins.
Ambos partían desde sus respectivos establecimientos, bien uniformados, hasta la explanada del Monumento “A los Vencedores de los Vencedores de Bailén”, para la conmemoración del 5 de abril.
Una ceremonia Cívico-Militar-Religiosa, en una comuna rural que amanecía embanderada y anochecía enfondada, celebrada por el párroco de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Maipú, el presbítero Alfonso Alvarado, y presidida por el sempiterno alcalde José Luis Infante. Estamos hablando de los años cincuenta:
“Aquí a las siete de la mañana del día 5 teníamos plantada a la Escuela Militar, con todos sus escalafones, y la banda, y los demás regimientos llegaban hasta el paradero 15…, todos formados”, rememora Valenzuela:
—Y se distinguía, entre las bandas de todos los regimientos, la del Colegio Don Orione, dirigida por el padre Héctor Limonta —añade.
Conversábamos con él, y con María Delfina, a la sombra de un árbol, ahí, cerca de los cañones, bajo un ruido infernal, producto de los trabajos de construcción de un edificio en calle Libertad, y de restauración del Monumento:
“Antes del Te Deum —continúa Valenzuela—, nos daba una charla don Raúl Téllez, el historiador maipucino. Con los años ya sabíamos más o menos lo que hablaba, así que no era tan especial… Y lo otro es que llegaba un bus del ejército con los soldados del ’79 que quedaban”.
Tanto Vergara como Valenzuela se escandalizan ante los eventos que se realizan allí hoy en día, por tratarse de un monumento, “un lugar sacrosanto”, dice el último.
“Todos, durante el año completo, nos preparábamos para competir por los mejores premios para el 5 de abril, con relación a la historia de Maipú y de Chile”, recuerda María Delfina.
—Tú eras una protagonista de ese tiempo —la interrumpe, jocoso, Guido—, porque el Rotary Club les daba premios a los mejores cantantes, y a María Delfina siempre le correspondía competir con José Luis Hernández, que siempre le ganaba…
En composición, sí ganó. Con un escrito sobre Ambrosio O’Higgins.
Al final:
“Uno de los veteranos de la Guerra del Pacífico se arrancó un botón, y me lo regaló”.
Cuando habíamos terminado ya la entrevista, y hacíamos, por decirlo así, la sobremesa, antes de despedirnos, aseguraron que en esos tiempos las escotillas de la pirámide trunca “se abrían ceremoniosamente”, y se exhibían una serie de reliquias: armas, uniformes, botas.
De haber sido reliquias, supongo que habrán ido a parar al museo.
Exdirector del Diario La Batalla de Maipú.
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Excelente reportaje,deberian premiar aquellos maipucinos que llevan toda una vida viviendo en esta comuna.
Buena idea. Destacarlos como hijos ilustres.
y el pimiento cuando será declarado patrimonio comunal?