Por Guillermo Arenas Escudero, abogado.
Un terremoto de proporciones apocalípticas estremece hasta los cimientos al Poder Judicial.
El problema mayor se encuentra en el intrincado y procaz ritual para conseguir el nombramiento de “Supremo”.
El camino es uno sólo, no tiene atajos.
Por décadas ha sido indispensable conseguir la voluntad, aprobación, apoyo y votos de los inquilinos de La Moneda, el Senado, Ministerio de Justicia y de la propia Corte Suprema.
No suficiente con ello, el entramado suma a dirigentes de partidos políticos y coaliciones con capacidad de dar o negar el quorum de aprobación del postulante.
Concitar esos apoyos implica besamanos, alegatos nocturnos, pertenencia a “gremios”, a Iglesias o Masonería, a militar o coquetear con las izquierdas o las derechas y muchos llamados telefónicos y “wasapería”.
La Suprema forma una quina, vía Ministerio de Justicia la envía al Presidente de la República, quien elige de entre los cinco solamente a uno de ellos y lo propone al Senado de la República donde se exige, para la aprobación, que cuente con los dos tercios de los miembros, en ejercicio, de aquella Honorable Corporación.
Es peor, mucho peor de cómo lo he relatado. A veces hay humo blanco, otras humo negro.
Luego vendrán las consecuencias de haber entrado en la trampa, olfatear el cebo, el trinquete cederá, se cerrará la puerta y quedará recluido. El eskandalotrom, el trinquete, operó con consentimiento del postulante a Supremo. Todos mayores de edad.
Manifiesto mi completo y más absoluto pesimismo sobre nuevas formas de designación de los Ministros de la Suprema, en la que intervengan el Poder Ejecutivo y/o el Poder Legislativo.
Seamos serios, siempre tratarán de capturar a los elegidos y les cobrarán caro. Muy caro. El Poder se manifiesta siempre en forma descarnada, simple, directa y brutal.
Un día de aquellos en que el escándalo aún estaba encapsulado (“el caso de los audios” decían despreocupadamente los interesados) me tomé un café con un colega, muy espabilado en estos asuntos de Corte.
De pronto me dijo: <a los viejos de la Suprema no hay que designarlos … hay que sortearlos>.
Como vi que estaba hablando en serio, pedí otro café y le dije: explícate.
-Simple- y espetó:
“Veintiuno (21) son los miembros de la Excelentísima.
“Diecisiete (17) escogidos de entre miembros del Poder Judicial.
“Cuatro (4) extraños al Poder Judicial.”
Satisfecho de la atención que le prestaba, continuó:
“Los Ministros de las Cortes de Apelaciones (de donde salen los candidatos) son, en todo el país, ciento cincuenta y cuatro (154).
Tomó aire y escupió: “¡¡Metes en una tómbola a los 154 Ministros de las Cortes de Apelaciones y sorteas a diecisiete!!.
“Para los cuatro que faltan llamas a concurso de oposición a todos los abogados con más de 15 años de ejercicio de la profesión y … ¡¡ también los sorteas !!”.
-Ahí tienes, exclamó; una Corte Suprema en la que no tendrán mucha influencia los económicamente poderosos, ni tampoco los políticos-
Estaba exultante. Hasta respiraba con cierta dificultad.
No dije nada. Me apareció utópico. Cada vez que hay una crisis aparecen estas ideas extravagantes. Me armé de valor y le dije:
-No me tinca, no estamos para experimentos-.
Mi amigo y colega, ciertamente enfadado, disgustado, le dio un sorbo final a su café y entre dientes fue dejando salir lentamente cada palabra, partiendo por un insulto blanco:
-Eres muy ignorante- y luego me lanzó esta perorata:
<En la Atenas antigua, se sorteaban algunas dignidades de la poli. Isonamía le llamaban; en el esplendor de Florencia y Venecia, cuando eran el centro del comercio y del arte en Occidente, muchos magistrados eran designados por sorteo; ahora, recién, en Islandia, en pleno Siglo XXI han practicado el sorteo, usando los Registros Civiles como base de datos.>
Estaba bien enojado. Me sorprendió su vehemencia.
Él se dio cuenta y remachó: <Acaso no ves que las instituciones se cayeron … todo está en el suelo … hay que proponer algo …lo que sea.>
Estaba hablando en serio.
No me convenció, pero desde hace ya tres semanas, a quien le pregunte por la loca idea de elegir por sorteo a los ministros de la Corte Suprema … todos … todos … me han dicho que están de acuerdo …
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Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad de Chile
Abogado
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