Este mes de enero se llevó a cabo una iniciativa que tuvo su origen en la última Feria Internacional del Libro de Santiago, acaecida el pasado mes de octubre del año 2013. La idea trata de actualizar con 12.000 nuevos títulos las bibliotecas públicas del país. Estos 12 mil títulos representan 40.000 mil ejemplares nuevos a repartir. La novedad descansa en el hecho de que estos libros son elegidos a partir de las recomendaciones de 250 bibliotecarios y profesores de castellano a lo largo y ancho del país.
La polémica se ha desatado porque dentro de la lista de los primero diez libros más solicitados se encuentran obras que representan éxitos comerciales como las dos biografías de Felipe Camiroaga (el más pedido con 189 ejemplares), además apreciamos obras de Pablo Simonetti, Hernán Rivera Letelier, Pilar Sordo y el éxito de E.J. James, Cincuenta sombras de Grey.
Una pléyade de intelectuales y académicos han puesto el grito en el cielo por esta iniciativa, catalogándola como un verdadero atentado contra la inteligencia. Sin embargo, un análisis somero sirve para dejar out side a los críticos.
En primer lugar, la polémica resulta un escándalo desproporcionado. Se trata de 12 mil nuevos títulos, todos diferentes y no todos comerciales. Sin duda seguirán en las estanterías nuevos ejemplares del Quijote de Cervantes, La Montaña Mágica de Thomas Mann o la Historia Contemporánea de Chile de Gabriel Salazar. Es decir, el canon no se abandona, tan solo se complementa. La matemática simple indica que si de 40 mil libros solo 189 representan a Felipe Camiroaga, quedan otros 39.811 vacantes para el resto de literatura.
En segundo lugar, parece sospechoso querer encapsular la cultura desde aquella inquisitiva torre de marfil académica, que tanto daño puede hacer. Es sumamente peligroso entender exclusivamente como inteligente y valido culturalmente solo aquello que se lee con un diccionario en la mano y siempre con un rictus de concentración y sobriedad cuasi religioso.
La más profunda inteligencia también se puede conseguir en obras ligeras, apartadas del canon. ¿Acaso la Mafalda de Kino o algunos párrafos de las rutinas de Kramer no han significado una crítica certerísima al panorama político y cultural que nos rodea? El humor y la simpleza en el comunicativa parece ser, en realidad, la muestra más profunda de agudeza. La obra de la familia Parra, desde La Negra Ester a la anti poesía, es fiel reflejo de aquello.
En tercer lugar, recordemos que la cultura es vida, está en constante cambio y ebullición, en consecuencia, le hacemos un flaco favor si la queremos limitar dentro de moldes perfectamente definidos. Recordemos que estos cánones rígidos hicieron posible que Van Goh solo vendiera un cuadro en vida, asi como la ópera en sus inicios fue un arte menor, propia del populacho de una Italia atrasada. ¿Acaso el rock and roll no fue vilipendiado por la intelectualidad de mediados del siglo XX? Por otro lado, encontramos premios nobel que pasan sin pena ni gloria por en cedazo de la historia.
En síntesis, mucho cuidado con enjuiciar de forma dogmática la jerarquía literaria, el arte sigue siendo subjetivo. Lo que realmente importa en la capacidad de una obra para sensibilizar al espectador. En esta materia, bien poco puede hacer la crítica.
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