(Ver primera parte acá)
Hoy nuestros jóvenes viven “conectados” y la red, además de ser una enorme fuente de información, se ha transformado en un gran espacio de conversaciones y relaciones sociales. Esta nueva forma de comunicación les otorga herramientas no sólo para expresarse de forma escrita, sino que les permite usar imágenes, videos, hipervínculos, correos electrónicos, grabaciones de voz, blogs, animaciones, entre otros; para expresar sus pensamientos e ideas. Los adultos nos vemos desafiados frente a esta nueva manera de vivir conocida como hiperconectividad.
Basta observar a las nuevas generaciones para darnos cuenta de que la nueva infraestructura digital, más que tecnología, constituye un soporte para otra manera de habitar en el mundo. Ciertamente, para ellas “la Internet” no es un mero set de herramientas informáticas o de comunicación, sino una red de ambientes sociales –de mundos– en los cuales una parte significativa de su vida se despliega junto a otros.
Gracias a Internet podemos acceder a la información que requerimos, de manera fácil y rápida, podemos estar conectados “con el mundo”. A partir de su uso cada vez más intensivo los modelos sociales y de negocios comienzan a experimentar una transformación sin precedentes.
Una forma de reconocer que estamos frente a un momento histórico es observar qué ha pasado con dos sistemas cruciales en el desarrollo de la humanidad: el Sistema Productivo y el Sistema de Transmisión de Conocimientos.
Mientras el primero se inicia con lo que hoy denominamos tecnología lítica (tallado de trozos de piedra para crear armas de caza a distancia), pasa luego por la distribución del trabajo, el desarrollo de la agricultura, el proceso de industrialización que sumado a la invención de la electricidad da origen a las primeras ciudades.
Por su parte, el sistema de transmisión de conocimientos, que comienza con los jeroglíficos, sigue con la invención de la escritura, avanza con el desarrollo de la imprenta al que sigue la transmisión de audio, el cine y el video, para finalmente confluir con la invención de la computadora personal, aparecida en 1976 (Apple I), convirtiéndose en una tecnología disruptiva que, a modo de ejemplo, hizo que la máquina de escribir quedara rápidamente en desuso. A esto sigue la creación y globalización de Internet, en 1990, dando así inicio a la Era Digital.
De esta manera, por primera vez en la historia, una misma tecnología consigue alterar radicalmente las dos principales cadenas de organización y producción del hombre.
Con esto, se ha abierto una nueva era histórica para la humanidad, que dejó atrás al “homo sapiens”, de los clásicos antropólogos, para proclamar el liderazgo indiscutible del “homo digitalis”.
Como resultado de lo anterior, aparece un nuevo fenómeno: La comunicación digital, que constituye una innovadora forma de percibir y mostrar el mundo. Surge como efecto de las nuevas tecnologías que se introducen de manera vertiginosa en el campo de la comunicación social, ofreciéndonos la posibilidad de interactuar con otras personas interconectadas de manera inmediata.
Por otra parte, sin casi darnos cuenta, asistimos a una nueva cultura: la cultura digital, cuya manifestación más evidente es la transformación del lenguaje cotidiano. En efecto, ya se han instalado en nuestras prácticas discursivas una diversidad de términos que revelan hasta qué punto se ha metido la nueva cultura digital en nuestra vida diaria: Internet, email o correo electrónico, página Web, módem, formato de archivo, velocidad de conexión, servidor, ancho de banda, Webcam, Mouse, interfaz, escáner, listas de distribución, operadores booleanos, browsers (navegadores), puerto USB, foros de discusión, puerto HDMI, Hashtag, Chat, sistema operativo, trending topic, ciberespacio, virtualización, hipertexto, protocolo TCP/IP, etc.
En suma, estamos viviendo un momento histórico, único y disruptivo, la Revolución Digital, que va a transformar para siempre la manera en que nos relacionamos con las personas, con las empresas, con el Estado, con los servicios. Una muestra reciente de este fenómeno fue el papel que desempeñaron las redes sociales en la gestación de las masivas manifestaciones de reclamo social vividos en España, Egipto y por el movimiento estudiantil en nuestro país, reclamando contra el lucro en la educación.
* Ingeniero Comercial Universidad de Chile, mención en Administración de Empresas; Analista de Sistemas, Universidad de Chile; Diplomado en Gestión de Recursos Humanos, Universidad de Chile. Vive en Maipú.
Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de cada autor/a y no representan necesariamente la línea editorial de laBatalla.
Ingeniero Comercial, mención en Administración de Empresas (U. de Chile); Analista de Sistemas (U. de Chile); Diplomado en Gestión de Recursos Humanos (U. de Chile).
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