Lo dicho por la alcaldesa electa de Maipú Catherine Barriga la mañana del lunes 24 de octubre no puede pasar desapercibido.
En un despacho en directo para la televisión señaló, a propósito de sus álgidas recientes horas:
“Mira, ahora nadie fue al colegio (…), nadie tomó desayuno. Es que yo soy la única mujer de la casa”.
Hace pocos días en Latinoamérica se marchó bajo la consigna “Ni una menos”, que hace referencia al deseo de que se acaben los asesinatos machistas cometidos por hombres a mujeres.
Sin embargo, la violencia machista no empieza ni termina en el asesinato, sino que abarca todos los aspectos de la sociedad. Uno de estos aspectos es el rol femenino del trabajo doméstico obligatorio.
Hasta hace pocas generaciones, si nacías mujer no tenías la opción de hacer otra cosa con tu vida que no fuera la crianza y el hogar. Las mujeres que lograron dedicarse a cosas como el arte, la música, la ciencia o la política lo hicieron rebelándose ante todo el orden social, que en ese tiempo se creía era el “orden natural de las cosas”. Esto trajo como consecuencia un mundo hecho a la medida de los varones, por y para ellos. Y un trabajo de cuidados feminizado, desprestigiado, no remunerado y obligatorio.
Aún así, en las últimas décadas y por diversos motivos las mujeres han entrado con fuerza en el mundo público. Sin embargo, los hombres se han resistido a entrar al mundo privado. Esto ha significado una agotadora “doble jornada” para muchas mujeres: tener que encargarse de las labores domésticas y de crianza de los hijos, además de las horas dedicadas al trabajo público remunerado.
Si queremos un mundo realmente igualitario, no se puede invisibilizar este problema. Los varones deben reconocer que el trabajo de cuidados existe, es pesado, es importante, y es la base de la sociedad. Y hacerse cargo.
Los hombres también pueden servir desayuno.
La doble jornada femenina también es violencia machista.
En Maipú hubo reacciones:
“Hoy escuché las risas de mis compañeros de trabajo que decían “Aprendan chiquillas, las mujeres y su rol histórico en la cocina sirviendo a sus hombres”, a propósito de la alcaldesa electa y sus dichos en TV. Detrás del chiste hay una verdad que ha costado vidas y es que somos personas con menor valor y con roles menores, y como si fuera poco además objetos sexuales. Por tanto somos maltratadas, abusadas, violadas y asesinadas“, señaló a La Batalla la ex candidata a concejala de Revolución Democrática, y ex coordinadora de Marca AC a nivel nacional, Macarena Morales:
“(…) Me preocupa que aún existan mujeres jóvenes que piensen que es natural que por ser mujer deban cumplir en exclusiva las labores domésticas, y que no les haga real sentido la idea transversal de romper con el machismo y los estereotipos, base de toda clase de discriminaciones y abusos. Muchas voces se han levantado estos días pidiendo que la alcaldesa electa sea criticada políticamente y no por su pasado televisivo, y espero que a ella le molesten tanto como a nosotras las críticas por su género“.
“Definitivamente hay que aceptar que Cathy Barriga representa a una gran parte de las mujeres de nuestro país que naturaliza conductas cotidianas (como realizar labores domesticas) a partir de roles estereotipados —señaló por su parte María José Alcántara, desde el colectivo Gafas Color Violeta—. Esto da una clara señal de que nos falta mucho por avanzar. ¡Mujeres: también somos responsables de desnaturalizar y generar una conciencia crítica que remueva estos cimientos y construya una sociedad más justa tanto para mujeres como hombres!”.
La secretaria de masas de las Juventudes Comunistas de Maipú, Pamela Silva, indicó: “Sabemos que históricamente se nos han impuesto múltiples roles, y uno de ellos es que las mujeres debemos estar al cuidado de la casa. Muchas dedican el día entero a las labores hogareñas, mientras otras llegan de su trabajo remunerado a cocinar, lavar, planchar, limpiar, etc. Pareciera que si nosotras no nos ocupáramos de aquello, nadie lo haría. Gran error”.
“Cuando hablamos de igualdad entre hombres y mujeres nos referimos a igualdad en todas sus formas, incluso en el desarrollo de las labores domésticas. Así lo manifestaban las feministas en la década de los ochenta cuando promovían la consigna “Democracia en el país, en la casa y en la cama”. Por ello, todas y todos debemos tomar conciencia de que con pequeñas acciones podemos comenzar a erradicar los estereotipos, para que nuestras niñas y niños no se eduquen bajo prácticas machistas”.
[Imagen: Captura de pantalla de Chilevisión].
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