Hoy en día es difícil encontrar en los gobiernos, y por supuesto en el nuestro, “servidores públicos” libres de los conflictos de interés, motivaciones que son un problema para los países “democráticos”, ya que se afecta la calidad y legitimidad de los mismos. La ciudadanía no confía en la clase política ni en las instituciones del Estado, ya que un círculo cerrado que va y viene de la una a la otra se protegen y benefician mutuamente, desvaliendo al ciudadano común, quien queda expuesto a los abusos permanentes del “sistema”.
El neoliberalismo, con sus reformas económicas, ha debilitado al Estado en su autonomía y capacidad de control, permitiendo a “esta economía neoliberal”, enriquecer como nunca antes en la historia, al 1% más rico de la población mundial. Apoyándose en una dócil clase política, y otros agentes del Estado ubicados estratégicamente; actuando a favor de promociones, lobbies, promulgación de leyes o impedirlas, según sea el caso; o también en proyectos, o fallos judiciales; que se enredan o duermen en procesos administrativos. La red de poder se extiende a nivel mundial, fortaleciéndose a través de los medios de comunicación, influyendo subrepticiamente en la opinión pública.
Esto viene desde la cuna, lo llevan en su disco duro mental. ¿Cómo? Desde los inicios de su educación; los forman para dirigir, para mandar, para conseguir sus objetivos libres de toda conciencia. Esta “elite”, cuya única diferencia con el resto de los mortales, es haber nacido en cuna de oro, decide conforme a estudios e investigaciones lo que se hará a futuro, en el ámbito que sea, apoyado en los medios de comunicación, para inducir a la “opinión pública” con un mensaje, de manera que no se cree resistencia a los atropellos de la nación.
Entonces a los problemas del Estado, donde la “empresa privada” no puede intervenir, aparecen los “salvadores inversionistas” quienes han creado “un proyecto” y además nos facilitarán “su capital”.
Se introducen en las “economías emergentes”, como la de Chile, Argentina, Brasil a modo de ejemplo; de muestra un botón: En los años 80’ comienza a terminarse con los Liceos Técnico-Profesionales, en donde se formaban con muy buenas capacidades profesionales, permitiéndoles a los jóvenes de escasos recursos, saliendo del “cuarto medio” entrar al mundo laboral, contribuyendo así al ingreso familiar. Esto lleva a que florezcan los “Centros de Formación Técnica” e “Institutos Profesionales”, los que son pagados y financiados por y a través de los alumnos, endeudándolos por años, cercanos a la década.
Los “hospitales públicos” dejan de recibir el presupuesto necesario para la creación de más “centros”, contratación de más personal, implementación de infraestructura, medicamentos, insumos, etc. Entonces se crean las Isapres, a las que se sujetan con dientes y uñas solo el 10% de los trabajadores con los sueldos más altos. El aumento y desarrollo de la población ha provocado la delincuencia, los buses no son suficientes y son asaltados, y elevan el precio de los pasajes porque la bencina sube, pero si baja los micreros mantenían el valor ya reajustado.
Qué dice el Estado: negociará una salida que deje a todos contentos, empresarios, conductores, público. Es cuando aparece el “Transantiago”, donde extrañamente son accionista entre ellos Marinaquis, y emparentados del gobierno de turno. Donde acusan pérdidas por el sorteo de un 20% que no paga. Sin embargo la mayoría de los trabajadores carga su tarjeta para la semana o el mes, son dineros en efectivo que son administrados por el Transantiago, y que tienen varios días de anticipación a su uso. ¿No son depositados estos dineros ganando reajustabilidad e intereses? Con la tecnología de hoy, saben exactamente ¿cuánto? ingresará a las arcas cada mes.
Devastan localidades extensas con la justificación de la necesidad, del desarrollo, obligando a una población a emigrar a otras regiones, aglomerándose a centros urbanos periféricos, empobreciéndose y perdiendo su calidad de vida, de paso a los más jóvenes… perdiendo su identidad.
Y cada vez que, exista un escándalo, jugarán un “enroque” desde los “Ministerios” a las “gerencias de empresas privadas”, y desde éstas a organismos gubernamentales, y los rostros emblemáticos del “poder” se nos siguen repitiendo como pesadillas.
¿La Cámara Baja podría postular leyes que sancionarán administrativamente, civilmente, pecuniariamente, a quienes dilapidando el dinero de todos los chilenos, hacen y deshacen apostando con lo que no les pertenece, o que negligente, despreocupada o interesadamente participan de un lobby que a largo o corto plazo perjudicará al país?
Podemos romper esta cadena, eligiendo a nuestros propios representantes, ya no obedeciendo partidos políticos. Exijamos trabajo, que sean habitantes añosos y permanentes del lugar que representan, obligar a que cumplan sus compromisos ofrecidos en candidaturas. Es cierto, el dinero compra mucho, sobre todo cuando se le teme a la pobreza, pero la verdad no se compra ni necesita cómplices. Su familia, sus parientes, sus vecinos, sus amigos, sus compañeros de trabajo, su casera, los míos, usted y yo, más todos los abrumados de este país, podemos más.
* Dueña de casa. Vive en Ciudad Satélite.
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