Es un típico atardecer en los barrios de la zona poniente de Maipú, más precisamente al llegar desde Rinconada hasta la calle Borgoño, que cruza la amplia Avenida Tres Poniente, cubierto de muchas luces, juegos infantiles, canchas, áreas verdes; en fin, todo aquello que las distintas autoridades de la comuna en los distintos períodos durante los últimos doce o quince años fueron gestionando en beneficio de una numerosa y joven población que ha ido estableciéndose en esta zona.
Allí desde la esquina de Tres Poniente con Borgoño, como diría “el Temucano”, Campusano y sus seguidores tienen casa nueva. La inauguraron en la tarde noche del jueves 17 de octubre, justo un mes antes de la elección en la que se elegirá a el/la futuro Presidente/a, a los representantes al parlamento (ambas cámaras) y también (en el llamado cuarto voto, en el que se marcará por primera vez una preferencia) a los Consejeros Regionales (CORE).
Alguien de manera didáctica les ha definido comparando su figura con la de los concejales. Claro, los concejos municipales limitan su acción a cada comuna donde son electos y fiscalizan y colaboran en la gestión de un Alcalde que también se elige por voto popular; en cambio los CORE (Consejeros Regionales), son a contar de ahora elegidos por la ciudadanía y también forman parte de un consejo, pero a nivel de la Región y fundamentalmente trabajan con el Intendente, que todavía es una autoridad de confianza y designada por el Presidente de la República de turno.
En esta tarea de ser elegido CORE, en representación de Maipú, Cerrillos y Estación Central, está empeñado Freddy Campusano, un hombre “de la casa” como dicen algunas de sus piezas publicitarias. Y por la cercanía, la facilidad en la comunicación con la gente, parece ser verdad que quienes se acercan al candidato Campusano lo hacen desde la confianza y el aprecio, porque principalmente lo han visto más de alguna vez, como gestor y dirigente gremial en el municipio de Maipú. Por ello no sorprende un trato afable, directo y una comunicación que casi siempre se inicia con un “hola Freddy…”.
Este era el ambiente de la inauguración de la casa de campaña, a pesar que el acto principal tuvo lugar frente a la casa, en un sector de explanada más amplio para poder recoger la adhesión de varios centenares de vecinos, dirigentes y amigos que acudieron a la cita.
Había desde la partida de este acto inaugural, a lo menos dos manifestaciones muy genuinas y típicas: una de ellas el aroma penetrante que surcaba el entorno, procedente de la preparación de algunas carnes y otros productos parrilleros; y por cierto muchos metros antes de llegar al escenario principal se podía advertir la inconfundible voz y animación de un hombre de radio, talento maipucino de las comunicaciones, Manuel Silva Salazar.
Alberto Undurraga, ex alcalde y candidato a senador acompañó a su amigo y camarada Freddy durante la inauguración; lo mismo hizo el parlamentario Luis Pareto. Estaban también otros dirigentes sociales, vecinales, deportivos, gentes de distintas visiones políticas, del PS, PPD, la DC, el PC; y alguien que recalca acompaña a Campusano, por amistad y gratitud, a pesar de ser de RN, el ex concejal Carlos Richter.
Cuando Campusano se dirigió a los presentes, lo hizo con sencillez pero con mucha convicción y claridad respecto de los objetivos y el compromiso que asume de ser elegido, como está convencido sin ninguna duda su equipo de trabajo.
Todo el acto fue una puesta en escena valiosa desde la emotividad, desde el compartir que fluye en las relaciones de las personas que llegan a este tipo de eventos. Aunque eso sí algo precaria en los cuidados técnicos, la iluminación, la pulcritud, el orden, el guión de un relato que convoca a muchas personas durante un tiempo importante. Obviamente que también esto puede tener su explicación en lo rústico y desmañado que podría ser el equipo que acompaña al candidato en estas lides, donde lo que ponen con generosidad es corazón y ñeque. Lo que no es tan malo sino diferente, porque la inauguración con todos sus ingredientes y personajes, se podría decir tenía algo de las imágenes de aquellas películas italianas, donde lo natural, lo emergente, los chiquillos, las mujeres, los hombres, se hablan, se gritan, se entrecruzan, sonríen y ríen a carcajadas, se palmotean, se conocen y se abrazan, porque al final “la vida es bella” y uno de los suyos les promete que puede ser mejor.
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.
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