“(…) se precisa que en la reconstrucción cultural efectiva de nuestra nación, el acto creativo sea protegido y valorizado como un evento patriótico, que se capitalice con la administración del estado y no en las bolsas de comercio y otros mercados de valores mesiánicos, y así garantizar a los(as) creadores(as) de este y de los tiempos que se advienen, garantías plenas para explotar y diseminar filantrópicamente su ingenio y aportes al concierto universal, en tanto sus obras serán por antonomasia, un legítimo patrimonio de la humanidad”.
Es de una importancia superlativa, actuar con el respeto y con toda la consideración que se merezca, ante cualquier acto creativo y aporte al progreso de la humanidad, sin mediar contexto, origen u otro miramiento que alguien quiera esgrimir.
El derecho de autor y la originalidad de cualquier obra propia del genio creativo de las personas deben ser protegidos y promovidos como actos de primera relevancia en la construcción de la cultura y la tradición de un grupo humano dado.
En esta era de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC’s) nos vemos enfrentados a la distribución exacerbada de toda clase de elementos digitalizados en los más diversos formatos y cualidades; desde información íntima y particular de gente que sólo conocemos gracias a las redes sociales y vitrinas de la Web, hasta extensos documentos de investigación y creación cuyos autores en muchos casos han sido deliberadamente soslayados en su parecer sobre el acceso muchas veces distorsionado e ilimitado a sus obras.
Éstos y otros fenómenos relacionados con las TIC’s deben ser materia de permanente diálogo y discusión en la construcción de una ciudadanía sustentable. Por ejemplo, el sistema educativo debiera garantizar la existencia de objetivos transversales en sus planes de estudio, desde la perspectiva de la cultura informática que promuevan una ética y el respeto por la “creación” en todas sus formas y expresiones, que se difunden y canalizan por plataformas y vías tecnologías, promoviendo buenas prácticas a través del currículum, que luego tengan su expresión en la cotidiana de convivencia escolar y en las actuaciones de los(as) docentes en todos los contextos posibles, sin que pese el límite territorial o condición social de la escuela, liceo o espacio formador.
Cualquier atropello a la creación es una falta suprema a los derechos fundamentales de las personas. En un mundo en el que somos parte inevitable de un macizo colectivo, que por esencia nos exhorta a la colaboración y a la sustentabilidad, aun cuando el modelo profetice mediáticamente principios radicalmente inversos, debemos vindicar inequivocamente los valores supremos de la cooperación, la sana convivencia y el indispensable concierto de la colaboración y la solidaridad con los otros, como garantías de nuestra trascendencia, sobre todo con aquellos(as) que ofrendan su inventiva y capacidad creadora al desarrollo de la humanidad .
Los actuales fenómenos de insurrección que esbozan la indignación planetaria frente al dolo sociocultural que ejercen las castas dominantes, eventos que presenciamos cotidianamente “online”, como meros espectadores y más temprano que tarde como cómplices pasivos de esta aldea global de la sandez, nos deben hacer repensar nuestras prácticas tras varios siglos de letanía y subordinación al consumismo extremista, con mayor premura en tanto estamos asistiendo hoy al ocaso del modelo neoliberal en los albores del siglo XXI.
Con el apagón cultural post dictadura, que trajo consigo una prostitución mercantilista de las esferas del arte y el oneroso acceso a todas las expresiones inherentes, hasta nuestros días debemos pagar altísimos costos por el acceso al conocimiento a través de medios didácticos analógicos y también por los de tecnología de punta, tal es, el vergonzoso costo de un libro de mediana factura y la licencia de un software de uso básico.
En suma, se precisa que en la reconstrucción cultural efectiva de nuestra nación, el acto creativo sea protegido y valorizado como un evento patriótico, que se capitalice con la administración del estado y no en las bolsas de comercio y otros mercados de valores mesiánicos, y así garantizar a los(as) creadores(as) de este y de los tiempos que se advienen, garantías plenas para explotar y diseminar filantrópicamente su ingenio y aportes al concierto universal, en tanto sus obras serán por antonomasia, un legítimo patrimonio de la humanidad.
En consecuencia, siguiendo este contexto, ya es posible ver hoy el surgimiento de ciertos “tecnoidealismos” y quizás algunas neorevoluciones; pero virtuales, propias de esta era digital a la que tanto hacemos devoción -sólo con prender cada mañana nuestros smartphones- donde las empresas transnacionales comienzan a deplorar la aparición de comunidades de corte tecnológico donde el “open source”; el arte de compartir y crear en comunidad, que marcan la tendencia anti sistémica de supervivencia comunitaria en las esferas de la virtualidad, se sobreponen al ominoso imperialismo mercantil que medra en redes sociales y otros espacios de encuentro donde navegan muchas horas de su vida millones de incautos seres humanos.
Finalmente, decir que en tanto pervivamos en este sistema multicultural en emergente emancipación y tengamos una efectiva disposición a transformarlo en un lugar más amigable y cooperativo, podríamos partir por considerar como una primera medida ofrecer nuestras obras creativas a quien las valore o precise y luego obtener algún dividendo por el “soporte técnico”, pero a un precio justo, ¿no? (…). Ahora, si realmente estamos dispuestos a deconstruir la forma ética de nuestra vida ciudadana en favor de la creatividad y especialmente por quien la utiliza en favor de los otros, debemos comprender que desafíos de esta envergadura demandarán una altísima exigencia en tanto queramos aportar a cambios sociales sustantivos y no seguir siendo meros subsidiarios y en algunos casos hasta entidades parasitarias del genio creativo de algunos(as) alumbrados(as), para lo cual sólo me resta señalar que la política educacional de este país debe irremisiblemente avanzar en más altos estándares de capacitación de nuestra población, para que sea la creadora de su propia tecnología y así dejemos de permanecer inexorablemente en este subdesarrollo que tan conveniente les resulta a nuestros señores feudales, que no son otra cosa que los prosélitos de la mejor cepa del portalismo criollo, que vive y vivirá en cada empanada dieciochera, por los siglos de los siglos, amén.
* Profesor.
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