El 20 de mayo de 1986 tenía 14 años. Cursaba 2° medio y estaba preocupado de mis estudios, de alguna amiga que quería que fuese algo más y quizás qué otras cosas. El país pasaba por momentos duros, pero mis padres habían logrado aislarme de esa tensión. Estudié en un colegio pagado y ni los profesores ni mis amigos hablaban de política. En realidad, ni en la casa se hablaba de política. Era el acuerdo tácito de muchas familias en esos días: no se hablaba de política porque si no, se terminaba peleando. En mi casa, como en muchas otras, se leía El Mercurio, se veía el canal 7 o el 13 y se escuchaba la radio Agricultura. Nada de leer o escuchar la Cooperativa o leer el Fortín Mapocho, porque “eran de izquierda”. En años de buenos contra malos, gringos contra rusos o cowboys contra indios, lo que me enseñaron fue que Chile había estado al borde de la guerra, que los militares lo estaban ordenando y que había una izquierda pro soviética que quería retomar una revolución comunista en Chile.
Ese mismo 20 de mayo de 1986, Ronald Wood, 5 años mayor que yo, participaba en una protesta en el puente Loreto, en el contexto de una asamblea de parlamentarios de todo el mundo, que presionaban por el retorno de la democracia en Chile. Un miembro de una patrulla militar disparó contra el grupo de estudiantes y Ronald recibió el disparo en la cabeza, lo que lo llevó a la muerte tres días después. Yo nunca me enteré.
En ese tiempo era chico y uno seguía básicamente lo que se hablaba en la casa, pero con el paso del tiempo y el destape de la verdad, ha habido múltiples oportunidades para informarse de lo que hizo la dictadura para reprimir a su oposición política e ideológica. Pero es un camino doloroso el reconocer que uno defendió a los que no había que defender y en el día a día, resulta más cómodo seguir adelante.
Por lo mismo, agradezco a este diario por haber difundido la historia de Ronald, lo que me ha dado la oportunidad de conocer su caso y, en un acto que sentí como de redención, de asistir al homenaje que se le hizo. Los que vivimos esos años, aunque no hayamos sido protagonistas, todavía tenemos mucho que hacer para reconciliarnos y perdonarnos a nosotros mismos, por lo que hicimos o dejamos de hacer. Le deseo a la familia de Ronald que tenga paz y ojalá justicia, aunque se vea difícil después de tanto tiempo. Pero por sobre todo, les pido perdón por haber mantenido una cómoda ignorancia respecto de su historia. Con la misma fuerza que hoy reclamo por la represión y muerte que ocurre en Venezuela, me conmueve la historia de Ronald y la suerte que corrió por el solo hecho de haberse levantado para exigir democracia para su país.
Presidente de Red Liberal. Precandidato a diputado por el distrito 8.
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Sacha : es de esperar, que las palabras sean sinceras y no solo una forma de hacer campaña. La familia para obtener paz, requiere de Justicia y para lograr justicia, se requiere que el ejercito entregue la nómina del personal que iba en el vehículo, de donde se le disparó a Ronald. Dentro de sus contactos y amigos de colegio pagado, debe haber contactos con el ejército, cuando haga alguna gestión, podremos creerle.