Por Álvaro Méndez.
Este 29 de mayo (y como cada último domingo del mes de mayo) conmemoramos en Chile el “Día del Patrimonio Cultural”, tradición instaurada a fines del primer mandato de Michelle Bachelet el año 2009. Resulta curioso el término “Patrimonio” ya que puede ser entendido como un contrapunto al de “Matrimonio” si nos remontamos a un muy posible origen latín de ambas; Por un lado el prefijo “patri” hace referencia al padre y “matri” a la madre, por otra monio o más bien “monium” se refiere a cierta herencia recibida, con alguna cercanía al concepto de propiedad incluso, sin duda caldo de cultivo para activar todo tipo de teorías en torno a una característica basal evidente de nuestra actual cosmovisión occidental moderna —fundamentada por mucho de patriarcal y machista, aunque ya claramente en retirada— discusión que dejamos allí, dando botes para que quizá alguien desarrolle y haga el gol, pero que se escapa al objetivo de esta columna (aunque se acerca y la explica de varias formas).
El otro término contenido en este bonito concepto de “Patrimonio Cultural” es más difuso e inabordable aún; Cultura. ¿Qué cresta es cultura?, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cultura?, hoy existe una impresión general bastante inexacta e incluso poco honrosa del término, se reduce a espectáculo, a show, a un producto de consumo ligado al entretenimiento de las masas (como casi con todo en este modelo capitalista en que lo que puedas imaginar se transa, vende y compra como ocurre hasta con necesidades fundamentales incluidas educación, salud y vivienda), en Chile y en Maipú lo sabemos bien. Cultura tiene relación con la permanente creación de realidades, tiene que ver con futuro y proyección pero con los pies puestos en nuestra historia, cultura se refiere también a un claro sentido de la pertenencia, tiene que ver con el arraigo, no desde el chauvinismo por supuesto (he allí otra manipulación social que hemos hecho propia y que no ha ocurrido por casualidad), sino que desde el conocer y ser respetuosos de nuestros orígenes y raíces, vincularnos con tradiciones, tiene que ver principalmente con identidad, cultura es todo aquello que nos caracteriza en lo profundo e individual pero que a la vez nos permite construir estructuras y entramados sociales, convivir en comunidad y pertenecer a un grupo, cultura es la forma en que miramos, entendemos y nos relacionamos con el entorno y con el mundo.
Puede ser por el voraz exterminio de nuestros pueblos originarios por parte de los conquistadores desde hace 500 años (y que sigue hoy), o por un sentimiento de exclusión relacionado al contexto geográfico (Chile, país ubicado en el fin del mundo y bla, bla, bla…), puede ser debido a varios años de dictadura militar llena de ignorancia, prepotencia y miedo o bien por todas ellas juntas pero acá en Chile no existe identidad, somos un país esponja, prácticamente todas las pomadas que nos venden (mejor aún si son gringas o europeas) acá las compramos y al más alto precio (literal y metafórico). Nos han acostumbrado en primer lugar a priorizar lo propio, pero no desde aquello que nos caracteriza sino que a vivir desde un sentido exacerbado de la propiedad (tiene que ver en parte con el concepto chauvinista al que antes hacía referencia), a validarnos teniendo y no siendo, acá no nos interesa ser mejores personas, construir comunidad ni menos integrar y respetar, acá nos salvamos nosotros primero, somos vivos poh, apelamos a la movida, al pituto, a cagarnos al de al lado, a sacarnos el parte, acá el ideal a alcanzar es tener nuestra casa, nuestra familia, nuestro título, tener una pega que deje lucas y todo lo demás se puede ir a la mierda, vale callampa, no hay diferencia entre el político que se vende a las pesqueras y legisla a su medida o concesiona la basura (o cualquier otro recurso/necesidad) recibiendo un suculento billetito por abajo para comprarse la mansa casa y el tremendo auto (y unos departamentos fuera del país para ir a vacacionar) al flaite que roba pa comprarse las terribles zapatillas o enchular el auto a lo rápido y furioso… Nos validamos teniendo, ostentando, fanfarroneando, presumiendo, nos falta humildad, nos falta cultura.
Si bien al hablar de “Patrimonio Cultural” hablamos en gran parte una serie de historias, tradiciones, lugares, edificios, instancias que hacen referencia al pasado y que ya existen (y pre existen) la dimensión más importante del concepto es entender que lo creamos (y re creamos) de manera permanente. Respetar y valorar verdaderamente el patrimonio cultural implica no subestimar a la comunidad, no entenderlos como consumidores de pirotecnia, no traerles a la plaza al Lucho Jara, a Fito Páez, a la Anita Tijoux o al Manuel García, a alguna compañía de teatro de moda, armar una jornada de debate en que venga a moderar Copano o Salfate (la verdad es que no hay nada de malo en ello si se entienden como instancias excepcionales pero sí definitivamente hay un problema cuando se adopta como política cultural)…
Respetar el patrimonio cultural necesariamente implica comenzar valorando, potenciando y priorizando lo local, nuestra música, nuestra literatura, nuestra pintura, nuestro arte urbano, nuestro folclore, nuestro teatro, nuestros intelectuales, no desde el sentido chauvinista (nuevamente hago referencia para dejar en claro que no hay que caer en esto de que “Si es maipucino, es bueno”, en ningún caso) sino que desde el respeto profundo por lo identitario, por la tradición, por lo propio en el sentido comunitario. La importancia de la cultura es que nos hace saber desde dónde venimos, quienes somos y hacia dónde vamos, nos entrega un contexto y un futuro, nos hace iguales desde el respeto entendiendo que podemos ser diferentes en convicciones, en raza, en religión, en gustos, en intereses, la cultura tiene el rol de hacernos valiosos por quienes espiritualmente somos y no por aquello que materialmente tenemos. Si comparamos en prioridades a la cultura con otros aspectos sociales como educación, salud, vivienda, integración, diversidad, puede sonar a priori menos relevante, pero no nos equivoquemos, su importancia radica en que nos enseña a abordar con mayor visión humana todas aquellas otras necesidades y no desde una comercial o netamente administrativa como hoy ocurre, la cultura nos enseña a actuar desde las convicciones y no desde las conveniencias, atento con aquello. Buen día del Patrimonio Cultural compas y vecinos.
[Fotografía de Estefanía Henríquez].
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Comunicador y gestor cultural maipucino. Con estudios en antropología sociocultural. Locutor en radio y presidente de Nación Cultural de Maipú, la primera corporación cultural de la comuna.
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