El psicólogo norteamericano Abraham Maslow realizó una de las más especiales clasificaciones acerca de las necesidades humanas, dividiéndolas en cinco categorías, que van desde las fisiológicas, las de seguridad, las de afiliación, las de reconocimiento, hasta llegar a la cúspide de esta taxonomía, en el nivel conocido como autorrealización.
Entendiendo por estas últimas necesidades sublimes, aquellas que derivan de los llamados vocacionales de cada individuo, y que están ligadas a lo espiritual de nuestra personalidad.
Entre las cuales tenemos, por ejemplo, las profesionales, el altruismo, las religiosas, las sociales, la vocación por las actividades políticas, las cuales el filósofo Aristóteles define en el libro “La Política” como una necesidad con una fuerte base biológica al decir: “el hombre es un animal político”.
Pero en esta oportunidad quisiera referirme a la vocación de servicio y entrega que sienten hombres y mujeres. Una necesidad altamente ligada con el altruismo y por sobre todo AL AMOR AL SEMEJANTE.
Siempre he admirado esta forma de aplicación del amor por la humanidad que algunas personas desarrollan. ¿Qué factores internos motivan a un ser humano a elegir, voluntariamente, llevar esta necesidad sublime a convertirse en la causa y forma de vida? Solamente me viene a la mente una sola respuesta: el amor a la humanidad, producto de una profunda fe y ser poseedor de una gran alma.
[pullquote] Siempre he admirado esta forma de aplicación del amor por la humanidad que algunas personas desarrollan. ¿Qué factores internos motivan a un ser humano a elegir, voluntariamente, llevar esta necesidad sublime a convertirse en la causa y forma de vida? [/pullquote]
Muchos admiramos la vida y obra del gran líder de la India, creador del concepto de Revolución y lucha pacifista, ese hombre que fue uno de los principales gestores de la independencia de la India el año 1947 y asesinado en enero de 1948. Me refiero a Mahatma Gandhi, cuyo verdadero nombre fue Mohandas, y el apelativo “Mahatma”, que quiere decir “Gran Alma”, le fue colocado por el poeta indio Rabindranath Tagore, quien admiraba a este gran líder por sus condiciones de amor, altruismo y gran sabiduría a quien el pueblo de la India, independiente de sus credos, sean hinduistas, musulmanes, sikhs y cristianos (en minoría), llamaban con cariño y respeto “Bapu”, que quiere decir “Padre”.
Tuve la oportunidad de conocer a hombres tan grandes y con una fe muy profunda que se manifestaba en sus acciones de valiente defensa de cientos y miles de pobladores, perseguidos y personas desvalidas, durante el período más oscuro de nuestra historia reciente, como fue la dictadura criminal, aún a costa de su vida, su libertad y su integridad física, como el Padre Pierre Dubois, y al Padre Mariano Puga, seres humanos de una fortaleza y entrega de dimensiones muy por sobre lo común, y ejemplos de lo que debe ser un hombre o una mujer al servicio del Creador, mediante la entrega a la humanidad.
Hace muy poco y debido a cosas de la vida, tuve la oportunidad de conocer a una persona a quien admiré inmediatamente, me refiero a una monja, la hermana Marina, una religiosa de 72 años que junto a otras seis ancianas hermanas, pertenecientes a la Orden “Compañía de las Hijas de la Caridad”, fundada por San Vicente de Paúl y Luisa de Marillac en Francia el año 1633, tiene a cargo la capilla del hospital El Salvador en Santiago de Chile.
Esta madre, todos los días recorre las salas del hospital llevando una palabra de aliento y de gran cariño a tantos hombres y mujeres que están allí hospitalizados, algunos con su salud en muy malas condiciones. Ella visita a cualquier hora a quien lo requiera. Sin importar quién la necesite, ella y las otras hermanas están firmes al lado de quien sea con la palabra de alivio, de esperanza, de apoyo y de amor hacia el enfermo y sus familiares, todos con dolor y angustias, dejando de lado sus propias necesidades, cansancios y carencias aplicando en la práctica el amor hecho realidad tangible.
¿Cuántos Mahatmas existen en Chile y el mundo? Hombres como el Padre Alberto Hurtado, fundador del Hogar de Cristo y como miles y miles de hombres y mujeres que sienten en sus corazones el llamado a satisfacer esta necesidad de autorrealización personal, que muchas veces se convierte en la causa, forma y objetivo de vida. Todos ellos y ellas son los Mahatmas de nuestro tiempo y nos permiten creer en que es posible creer en la humanidad, en la solidaridad, en el valor de la vida, en la grandeza de nuestra especie… Por ellos y ellas podemos tener la certeza de que un Ser Divino, es capaz de hablarnos a nuestra conciencia y a nuestro espíritu.
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Profesor de Mecánica Automotriz en Enseñanza Media Técnico-Profesional. Vive en Ciudad Satélite, comuna de Maipú.
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