Sin duda Bachelet no es la mejor candidata, pero es la única que puede ganar, como el fin justifica los medios, el triunfo es lo importante. Tal vez siempre fue errado poner al candidato antes que las ideas.
Hace poco más de una semana, asistimos con cierto estupor a la victoria de Michelle Bachelet en las primarias de la Nueva Mayoría. Nos solo fue la candidata más votada de su coalición, sino que se quedó con el 53% de los votos válidamente emitidos. Obtuvo más votos que todos sus adversarios sumados, pasando a convertirse en un verdadero fenómeno electoral.
No resulta inesperado el resultado de la votación, nadie puso en duda a la ganadora. Las cifras tampoco parecen ser sorpresivas, días antes de las primarias, la encuesta Mori previó los resultados que se concretaron el domingo 30 de junio. Para la derecha, un mazazo traumático.
La victoria de Bachelet se explica por una combinación de elementos variados:
En primer lugar, es una mujer, evidente antecedente que le permite el favor de un número indeterminado de electoras, seguramente despolitizadas. Muchas mujeres encontrarían en Bachelet una solidaridad de género lo suficientemente importante como para inclinar su voto por ella. Recordemos la ovación que generó su “palabra de mujer” en el discurso emitido la noche que ganó la presidencia el año 2006.
Los políticos sobresalen por su carisma y su retórica. El carisma de Michelle Bachelet es su mayor capital político (no así su retorica, bastante limitada). Al igual que Barack Obama, Bachelet genera empatía y cercanía en su electorado. El ciudadano común la percibe como una mujer ajena a la orgánica de los partidos políticos. Bachelet es la mujer sencilla y sobre todo, bien intencionada. Tal parece que el desprestigio hacia la clase política es inversamente proporcional a la natural sonrisa de la candidata socialista. En definitiva, entrando en la mente de “la señora Juanita”, si todos los políticos son ladrones, prefiero votar por el que parece mejor persona.
En lo concreto, el elemento más significativo de afecto hacia Bachelet estriba en las dádivas que realizó su gobierno en materia social. La política social más potente hecha durante el ciclo concertacionista fue la reforma previsional de Bachelet. Sin cambiar un ápice la estructura tributaria, el estado chileno se las arregló para ir en auxilio de los ciudadanos carentes de jubilación, entregándoles una pensión solidaria de $ 80.000; además se complementaron las bajas jubilaciones hasta un tope de $250.000. Sin duda en esto descansa gran parte del agradecimiento de las familias humildes hacia Bachelet. Por fin para un enorme grupo de trabajadores informales y dueñas de casa aparece una ayuda concreta.
No se puede entender el fenómeno Bachelet prescindiendo del impacto electoral de sus políticas sociales. Ejemplos históricos encontramos en las figuras de Perón y Chávez, caudillos, contradictorios y populistas, sin embargo fueron capaces de ganarse una base de apoyo popular a condición de entregar beneficios reales a una población desamparada. Nos encontramos con un porcentaje importante de chilenos que solo gracias a Bachelet sintieron que el sistema les regalaba algo, sin pedirles nada a cambio, sin endeudarlos y sin letra chica. Nadie puede negar que se trata de ayudas mínimas, insuficientes para el sostén de cualquier persona, sin embargo, el chorreo chicagüense ignoraba esta realidad.
En el Pilar Solidario de Bachelet encontramos una respuesta a un problema esencial del modelo neoliberal, basado en criterios individualistas de asignación de recursos. Dentro de nuestro sistema, tan espantosamente desigual, basta un pequeño esfuerzo de solidaridad para ganarse el apoyo incondicional de las masas. A Bachelet no se le reconoce por su gestión ni liderazgo, se le reconoce por entregar migajas a quienes antes no tenían nada. Curiosamente la gente es capaz de perdonarle a Michelle entregar un país mas desigual el 2010 a cambio de que los mas relegados estén un poquito mejor. Con Bachelet el estado hizo chorrear un poco mas, eso se agradece.
Demás está decir que la Concertación, oportunista, ha sabido plegarse a la combinación providencial del movimiento estudiantil sumado al bacheletismo. Sin hacer tanto ruido y más bien sobreviviendo a múltiples extrema unciones, la ahora Nueva Mayoría estaría haciendo posible algo que no se ve desde los tiempos del Frente Popular. Se forjaría una alianza en torno a un programa de gobierno y una candidata única entre comunistas y demócrata cristianos (esto es inaudito realmente, ni siquiera el Frente Popular de Aguirre Cerda pudo contar con democratacristianos, este partido no existía como tal en los años treinta). De llegarse a concretar semejante alianza, seria histórico, sin dudas.
Dicho sea de paso, los partidos políticos no tienen la opción de negarse a ir con Bachelet si quieren tener representación parlamentaria. Un elemento característico del sistema binominal es que obliga a los partidos a unificarse en torno a una coalición y, en consecuencia, a un solo candidato. En la antigua democracia, previa a 1973, la política chilena estaba dividida en tres tercios, haciendo virtualmente imposible una alianza entre comunistas y falangistas. Hasta ahora, si un partido no está dentro del duopolio, simplemente no existe.
Jamás habría ocurrido un ensamble político como el actual al no existir una candidata bien encumbrada y de no haber puesto los estudiantes (los políticos no, fueron los estudiantes) dos o tres ideas base capaces de articular un relato para los próximos veinte años. El relato se llama desigualdad, repetido como un mantra, combatida a través de una reforma tributarias progresiva (en el comando bacheletista se piensa aumentar impuestos de primera categoría del 20 al 25% y pulverizar paulatinamente el FUT), con miras a invertir en educación (prohibiendo el lucro con recursos públicos y congelando aranceles universitarios).
Una nueva constitución es otro mantra en torno al cual quedarán líneas por escribir.
Bachelet no es extrema izquierda, representa un discurso reformista moderado, alejado de los mesianismos chavistas, por cierto. Su hipotético gobierno nada tiene que ver con los antiguos (y enhorabuena en vías de extinción) socialismos reales. Se trata de construir una socialdemocracia a la europea. Este fue un antiguo ideal concertacionista, evidentemente frustrado ya sea por pactar obligados con Pinochet o bien por simple connivencia a las ideas derechistas.
Sin duda Bachelet no es la mejor candidata, pero es la única que puede ganar, como el fin justifica los medios, el triunfo es lo importante. Tal vez siempre fue errado poner al candidato antes que las ideas. Ricardo Lagos, por ejemplo, obnubilaba a la centro izquierda con su voz de mando, elocuencia y liderazgo. Sin embargo nadie recuerda el legado socialista de su gobierno. Puede ser que Bachelet represente un golpe a la cátedra de la historia, y por primera vez una candidata mediocre, logre hacer cosas mayores debido a las ideas fuerza del conglomerado que existe detrás de ella. Saquemos a colación el ejemplo de Lula, vilipendiado en su minuto por no ser apto para la máxima magistratura, finalmente resultó idolatrado por moros y cristianos, a pesar de que el primer titulo que recibió en su vida fue el de Presidente del Brasil.
Consciente estamos de los motivos para resistir a Bachelet, después de todo ella fue la presidenta que les aplicó a los mapuches la ley antiterrorista; firmó la LGE (traicionando para muchos al movimiento social de la época, los pingüinos) y en su gobierno la pobreza aumentó.
Qué va a pasar con Chile en los próximos cinco años, no lo sabemos. Es muy probable que Bachlet sea la próxima presidenta, aunque en política nada se sabe. De algo puedo estar seguro, en Chile la cosa está cada día más interesante.
* Profesor de Historia y Geografía. Maipucino.
Imagen: www.michellebachelet.cl
Raul Patricio Fuenzalida Varas dice
No, por ningún motivo. Esto llevó a la clase política chilena a caer en la incredibilidad de todo el pueblo. Los políticos necesitan cambiar, o sea irse para su casa y que llegue gente decente y limpia moralmente a esta función pública. Chile necesita de cambios fundamentales, basta de robo a los trabajadores y trabajadoras de Chile mediante estas instituciones timadoras como son las afp, que roban a chilenos y chilenas amparados en una legalidad delictual de delincuentes de cuello y corbata. basta del robo que se hace a todo Chile de su principal riqueza nuestro cobre. Basta de tantas mentiras y demagogia, la gente se siente defraudada, traicionada usada, los políticos se auto complacen con los resultados obtenidos en las ultimas elecciones, la municipal y las primarias, sin ver que en la primera alrededor de un 70% no votó y en la última casi un 80% tampoco lo hizo, esto demuestra algo y mas de algo ….por favor políticos y políticas, no sean ciegos ni sordos a las voces de nuestro pueblo., si Bachelet es un fenómeno, tal vez lo sea pero por la ingenuidad y desinformación de la gran mayoría de chilenos y chilenas….muchas gracias.