“Si el discurso de la izquierda dejó de hacerle sentido a quienes dice representar, a las y los precarizados de nuestra patria —reflexiona el encargado político del partido Comunes, Maipú—, entonces es nuestra responsabilidad que le crean a quienes solo buscan explotarnos más”.
Por Carlos Pizarro Cabrera, encargado político del partido Comunes, comunal Maipú.
Mientras los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría mandaban a la gente a sus casas, diciéndonos que no nos preocupáramos, que ellos se encargaban de devolvernos la alegría, que nos ocupáramos de comprar y endeudarnos, porque la política era algo feo y sucio, y ese trabajo lo harían ellos por nosotros; se generaba una distancia entre quienes gobernaban y la gente común.
Cuando la izquierda le dejó de hablar a la gente, al pueblo que decía representar, para hacer política desde la élite, desde los espacios de confort, lo que le decíamos a la gente común era que la política era para unos pocos, no todos podrían entrar a esos espacios, no todos eran vanguardia. Esto creó una distancia entre los proyectos de transformación que defendía la izquierda, y la gente común que busca cambios en sus vidas, en su día a día, que ya no resiste vivir más bajo este modelo que la asfixia.
Lo de la Nueva Mayoría se entiende, no nos querían en política porque querían el poder para sí mismos, para resguardar sus propios intereses, pero lo de la izquierda es paradójico en dos sentidos. Primero porque las personas cuyos intereses supuestamente defendemos, no te apoyan, incluso están en nuestra contra; y segundo, porque a pesar de que constatamos ello elección tras elección, pareciera que no enmendamos el error, o nos cuesta mucho reconocerlo.
Esa distancia entre la gente y quienes gobiernan o quienes “hacen política”, se fue acentuando y tornando en desconfianza en “los políticos” y las instituciones, no sin razón. Pero lo más preocupante es que esa brecha que se generó está siendo tomada hábilmente por una derecha que entendió que para defender los intereses de su pequeña y poderosa élite, tenía que conquistar el sentido común.
Esa derecha entendió que para que exista un nosotros (el pueblo), tiene que existir un ellos, un antagónico al pueblo. El problema está en que para proteger sus intereses individuales, los intereses de su clase, esta extrema derecha crea los antagónicos al interior del mismo pueblo: el vendedor ambulante, el inmigrante, el pobre, el adolescente. Divide y vencerás decían, bueno, la extrema derecha busca dividirnos, busca generar un enemigo al interior nuestro, para ocultar al verdadero enemigo, ellos: la élite, esa casta político-económica que nos ha arrebatado todo.
Lo peor de todo es que Kast y su grupo tienen mucha razón, hablar de facho pobre es una derrota bruta de la izquierda. Porque si el discurso de la izquierda dejó de hacerle sentido a quienes dice representar, a las y los precarizados de nuestra patria, entonces es nuestra responsabilidad que le crean a quienes solo buscan explotarnos más.
Por ello hay cuestiones que debe tener claro una izquierda popular: La batalla es cultural y el enemigo es hábil, la disputa es por el sentido común, porque no se puede hacer política sin quienes dices representar, la vanguardia no sirve de nada sin una fuerza popular que en la calle y las instituciones empuje los cambios que el pueblo necesita. Estamos a tiempo de dar esta batalla, estamos a tiempo de conquistar el sentido común, de retornar a lo político, de articular una mayoría popular, un pueblo que se entienda a sí mismo como una unidad histórica, y que lo entienda porque conoce claramente cuál es su adversario: la élite político-económica, la derecha antiderechos. La política se hace con la gente, eso nosotras y nosotros lo tenemos claro porque somos la gente, somos comunes.
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