El 18 de octubre de 2019, Chile se vio envuelto en un estallido social que transformó el paisaje político y social del país. Desde aquel día, las calles comenzaron a llenarse de voces que clamaban por justicia, igualdad y dignidad.
Lo que empezó como una protesta contra el aumento del pasaje del metro en Santiago se convirtió en un fenómeno mucho más amplio, desbordando las demandas económicas hacia un llamado generalizado por reformas estructurales en salud, educación, pensiones y derechos sociales. La euforia de los primeros días se acompañó de un profundo sentido de unidad y esperanza; por primera vez, millones de chilenos sentían que sus voces eran escuchadas y que el cambio era posible.
Sin embargo, a cinco años de esa fecha emblemática, el panorama es muy distinto. El optimismo que impregnaba las movilizaciones ha dado paso a un sentimiento de desilusión y frustración, reflejado en la reciente encuesta CADEM. Este estudio proporciona una mirada penetrante sobre la percepción actual de los chilenos respecto a su realidad, un análisis crucial para entender cómo ha evolucionado el estado emocional de la ciudadanía desde aquel histórico estallido.
En esta nota, exploraremos las conclusiones de la encuesta CADEM y cómo estas reflejan un cambio dramático en la percepción del futuro del país, pasando de la esperanza a la incertidumbre y el miedo.
De la esperanza al miedo
En noviembre de 2019, el “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución” trajo una bocanada de optimismo tras el estallido social de octubre. Los chilenos, que se habían movilizado en masa, veían una oportunidad histórica para corregir desigualdades y abusos en salud, educación, pensiones e ingresos.
Sin embargo, esa esperanza se fue diluyendo. Primero con la pandemia de 2020, que paralizó el país, y luego con un proceso constitucional que se politizó y desvió, alejando a la ciudadanía de la convicción de que se lograrían los cambios anhelados.
En el plebiscito de entrada de octubre de 2020, el “Apruebo” triunfó con un 78%, pero la euforia duró poco. La elección de convencionales en 2021 estuvo marcada por la desconfianza hacia los representantes electos, vistos como “no capacitados” y parte de un “circo político”. El rechazo de la propuesta de nueva constitución en septiembre de 2022 selló la sensación de fracaso.
CADEM: El 68% de los encuestados está de acuerdo en que el estallido social marcó un declive en la calidad de vida. Este dato refleja una percepción generalizada de que las consecuencias fueron mayormente negativas, a pesar de la intención original de protestar por mejoras.
Se percibe la pandemia (67%) como el principal factor que detuvo las manifestaciones y la violencia, más que el Acuerdo por la Paz (22%).
Una oportunidad farreada
La frase “Farrearse una oportunidad única” resuena con fuerza entre los chilenos. El país, que hace cinco años soñaba con ser un lugar mejor, ahora se ve peor, o al menos así lo percibe el 63% de la población.
El optimismo que impregnaba las calles en 2019 se ha transformado en un presente angustiante, marcado por la inseguridad, la delincuencia y la incertidumbre económica.
Chile parece haber perdido el control de su destino. La élite política y empresarial es vista como un obstáculo para el cambio, pero ahora también se culpa a la ciudadanía por no haber escogido bien a sus representantes y por haberse dejado llevar por promesas radicales que resultaron imposibles de cumplir.
Del estallido al estancamiento
Aunque algunos sectores principalmente de la derecha ven el estallido como un problema de orden público y violencia organizada (34% en 2024), la mayoría sigue considerándolo una expresión de descontento social generalizado (58% en 2024).
Pero las demandas sociales siguen sin resolverse. El 80% de los chilenos está de acuerdo en que las causas que originaron el estallido han empeorado. Las promesas de mejorar la salud, las pensiones, la educación y la dignidad se han visto opacadas por la delincuencia, el desempleo precario y la corrupción. Las encuestas muestran una clara insatisfacción con la calidad de la política, la confianza en las instituciones y la situación económica del país.
CADEM: En 2019, un 74% de los chilenos pensaba que el país sería mejor tras la crisis (estallido). Hoy, solo un 28% sigue creyendo en esa promesa.
El presente continuo
CADEM: En 2019, la violencia era vista por el 28% como una herramienta legítima para provocar cambios sociales. En 2024, esta percepción ha cambiado drásticamente: el 87% está en desacuerdo con la violencia como un método justificable para generar avances.
Hoy, el miedo ha reemplazado a la esperanza. El país vive anclado en el presente, sin mirar hacia atrás y sin un horizonte claro hacia adelante. Las preocupaciones diarias —delincuencia, precariedad laboral, inflación y desconfianza— dominan el panorama. La salud mental de la población se ha deteriorado, con altos niveles de estrés, ansiedad y depresión.
Las reflexiones de Byung-Chul Han sobre el miedo y la esperanza parecen resumir el sentir de muchos chilenos: “El miedo reprime la esperanza”. Hoy, la pregunta que resuena es: ¿Qué país encontraremos cuando finalmente se disipe el miedo?
Cinco años después del estallido social, Chile sigue buscando respuestas.
Portada: Protesta estudiantil. Fotografía de Álvaro Benvenutto.
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.