Canto a la rueda en el Centro Cultural La Pluma, en Maipú

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Tiempo de lectura: 3 minutos

[dropcap color=”#447226 ” type=”square”]Con gran entusiasmo, Vicente Contardo (55) nos condujo hasta la casona de Carmen con La Colonia, donde funciona el Colectivo La Pluma.

Quería enseñarnos el “Canto a la rueda”, “un estilo de canto antiguo, de la alta escuela, que trajo José Miguel Carrera cuando regresó de España”. “Son cantos que cantaban los patriotas —dice—, después de las batallas, antes que hubiera un himno nacional”.

Los cantores formaban un ruedo, agrupados en cuadrillas (grupos de a cuatro). Siete cuadrillas en total, veintiocho cantores. “Entonces empezaba uno con un verso, luego seguía otro, y así. Si tú te equivocabas en un verso, te eliminaban. Era una verdadera contienda”.

Aunque era obligatorio que los hombres se desarmaran antes de estas contiendas, algunas originaban reyertas implacables. De ahí vendría el dicho: “Morir en la rueda”.

“Las casas de canto se instalaron en La Chimba (al norte del río Mapocho) —cuenta Vicente—. José Miguel Carrera les llamó “las galleras””. “Los gallos que cantaban a la rueda eran bravos, rotos, choros” —recalca, con su voz raposa y acomodándose el sombrero.

Él está convencido de que la cueca viene de ahí. Y de que el canto a la rueda está a punto de extinguirse.

En la casona

“Aquí los chiquillos lo practican —va diciendo mientras entramos en la sala principal—. Lo hacen al modo de hoy, porque el canto a la rueda generalmente es tañendo una mesa o algo de madera y las palmas, y hoy día los cabros lo hacen con guitarra, con pandero, con cajón, pero lo hacen”.

En efecto, tras mirar someramente algunos libros colocados en un estante, desembocamos en la sala que atestan los cantores con sus instrumentos.

Uno de ellos sobresalía por su vozarrón, que nos sirvió para apreciar claramente la impostación de la voz. Según nos relató Vicente, quienes llegaban a las chinganas, a los prostíbulos, a las casas de canto, por la noche, venían de haber ofrecido sus productos a viva voz durante todo el día en la calle. Entonces, la voz del canto a la rueda es la voz impostada del pregonero.

“Es un canto melismático —precisa Vicente—: cuando el gallo hace el canto de una sola silaba pero de tres o cuatro notas: ese es el melisma”.

La fiesta permanente

El Canto a la rueda o canto a la daira ha sido definido como un “modo tradicional de cantar cueca en una rueda de cantores, donde las voces van ocupando un rol protagónico por turnos. De acuerdo a las investigaciones de Samuel Claro y Fernando González Marabolí, una tradición con raíces en el canto arábigo andaluz” (www.nuestro.cl).

“La cueca es única”, afirma Vicente: “Es única en Latinoamérica, por su coreografía y por su duración”.

“La gente debiera conocer el canto a la rueda y la gente debiera saber de cueca —añade—. Tú: ¿Qué sabes de cueca? ¿Qué es la cueca para ti?”.

Según el libro “Chilena o cueca tradicional”, de Samuel Claro y otros (Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1994), “la cueca chilena es una forma poético-musical en la que intervienen el canto, instrumentos musicales y la danza, provenientes de la tradición arábigo-andaluza”.

Asimismo, y recogiendo algo que nos dijo el mismo Vicente arriba de su auto: “La cueca es una fiesta permanente”.

Eso es precisamente lo que encontramos en la casona. No digamos que se excedían con el alcohol. Bebían menos que yo el fin de semana.

Acompañados de Carlos Muñoz, director y fundador del Centro Cultural La Pluma, descendimos unos peldaños hasta el jardín, donde conversamos con el canto de fondo.  “Este es un espacio para la difusión y la enseñanza de la cultura chilena y la cultura Latinoamericana, en todo ámbito: artístico, social”, explica.

“El canto a la rueda lo conozco hace unos diez años. Es un canto que estuvo escondido”, dice y hace un gesto de disconformidad:

“… El folclore en Chile es una máscara. Yo, como profesor de música, según el currículum… no enseñaría folclore nunca”.

— ¿Por qué?

—Cada vez son menos horas. Cada vez son más reducidos los contenidos, cada vez son más vacíos… El folclore, para los chicos, es anticuado. Una cuestión de los abuelos, una cuestión de los curados… Se pasa “La consentida”, que es my bella, muy valorable, pero no es el folclore chileno”.

“Y el folclore no solo es música —indica—: es gastronomía, danzas. Son los paisajes, la gente, el compartir, la amistad”.

Ese contexto ha propiciado que los jóvenes que llegan al Centro Cultural La Pluma, teniendo las más diversas ocupaciones, se vayan involucrando, y terminen cantando y danzando sin necesidad de lecciones de canto ni de danza. Algo que sorprende a Carlos, que sinceramente dice: “Cantamos a la rueda porque es un amor que le tenemos”.

Un amor impetuoso, en la proximidad; y una nostálgica evocación en la distancia.

Eso pensamos, haciéndonos los poetas. Afortunados quizás de no estar en una de esas ruedas antiguas. Sino alejándonos por 5 de abril. La noche de Maipú cruzada por cantos melismáticos.

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  • Hermoso reportaje, muchas gracias por mantener nuestra cultura activa par todos los que disfrutamos de la música

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