La designación de Andrés Palma como secretario ejecutivo de la reforma educacional, tiene un alcance mayor que la coyuntura de crispación que busca resolver. El nombramiento ocurre al cumplirse cincuenta años de la Marcha de la Patria Joven, el movimiento generacional que hizo posible el triunfo de Eduardo Frei Montalva y de su Revolución en Libertad.
Para la falange esta evocación cobra un hondo significado, pues la reforma educacional fue el cambio más trascendente de todos los que por entonces emprendió Frei, aún más que la reforma agraria y la promoción popular, ambas revertidas por el neoliberalismo de los años setenta. Gracias a ella miles de hijos de trabajadores pudieron ir a la escuela. La enseñanza primaria se amplió de seis a ocho años, mientras que la secundaria, en sus modalidades científico-humanista y técnico-profesional, se fijó en cuatro años. El Bachillerato fue reemplazado por la Prueba de Aptitud Académica. Se diseñaron nuevos programas y se crearon la JUNAEB y la JUNJI, instituciones pioneras en Latinoamérica en la protección de los derechos de los escolares. Se capacitó a los profesores y se realizaron grandes inversiones que beneficiaron al empresariado nacional a través de la Sociedad Constructora de Establecimientos Educacionales. Las universidades vieron sucederse transformaciones impulsadas por poderosos movimientos de estudiantes, académicos y trabajadores.
La generación de Palma surgió, se formó y pudo llegar a ocupar las más altas posiciones de poder e influencia al amparo de ésta, la más gigantesca ola democratizadora del siglo xx chileno. Hoy dicha cohorte constituye la masa crítica popular y progresista que le da sustento ideológico a la reforma y respaldo político al ex diputado.
Por eso, Palma no arriba a la cartera de Educación para disputar las funciones de su ministro ni de su subsecretaria. Pero podría ir más lejos que ellos en este momento crucial para la centro-izquierda, si lograra alianzas con la iglesia Católica, consiguiera neutralidad informativa del diario de Agustín Edwards —de fuerte presencia y gravitación en las deliberaciones de la DC—, y persuadiera a la directiva de su partido de no juzgar su trabajo antes de realizarlo.
[Imagen: Andrés Palma | Gentileza de Diario Universidad de Chile].
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, U. Complutense de Madrid. Ha sido director de la División de Relaciones Políticas e Institucionales del Ministerio Secretaría General de la Presidencia y asesor legislativo del Senado de la República. Académico de la USACH. Miembro de la Comisión VI Congreso del Partido Demócrata Cristiano y autor del libro “La Democracia Cristiana y el crepúsculo del Chile popular”.
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