Como creemos que el debate acerca de la despenzalización del aborto debe abordarse desde la realidad, presentamos a continuación el testimonio que la periodista 39 años acaba de publicar a través de Facebook:
Yo lo único que quería era ser mamá. Me embaracé, y comencé un extraño proceso de intoxicación. Me estaba muriendo de mal. Las ecografias no reflejaban nada mal, físicamente hablando. Pero a la semana 14 me hicieron una traslucencia nucal del feto, que salió muy mal. La opción era hacer una coriocintesis. Pinchar mi vientre y sacar un poco de placenta para analizarla.
Yo ya no podía estar de pie. Engordé 33 kilos, vomitaba hasta el agua. Estaba intoxicada.
[quote]Yo estaba muriendo. El médico, uno de los mejores de Chile en medicina fetal, me dijo que esto había que interrumpirlo rápidamente porque iba a morir. Pero que en Chile no podían.[/quote]
El resultado fue que mi embarazo era un triploide 69xxx. Es decir, dos espermatozoides habían fecundado un óvulo. Se formó un feto de apariencia normal, pero tenía 3 juegos de cromosomas. Esto desencadenó un brutal cáncer de placenta.
Yo estaba muriendo. El médico, uno de los mejores de Chile en medicina fetal, me dijo que esto había que interrumpirlo rápidamente porque iba a morir. Pero que en Chile no podían. Él mismo desde la mejor clínica de Chile, hizo los contactos para irme a USA, pero necesitaba 4 millones de pesos que no tenía en ese momento.
Había posibilidad de operarme aquí, pero sólo cuando los tumores ya estuvieran completamente diseminados para que nadie fuera preso.
Comenzamos a juntar dinero. A hacer los trámites de visa, mientras preparábamos un escrito contra el Estado de Chile, ya que en este caso (carcionoma por triploide con feto vivo) el fin siempre es la muerte de la madre si no se saca todo.
Pasaron 4 meses de esta tortura. Yo estaba como intoxicada, no podía caminar sola. Tenía una guata como si tuviera 8 meses de embarazo y eran sólo los tumores que aplastaban al feto e inundaban mi cuerpo.
Estaba muriendo.
El último examen de sangre, arrojo gonodotrofinas por sobre las 700 mil unidades. Estaba el shock. Me ingresaron de urgencia, solo recuerdo que me tomaban radiografías de pulmones para ver si el cáncer ya estaba ahí. Yo decía, pero no puedo tomarme RX… Deliraba.
Me dieron calmantes. De pronto, un médico me puso un misotrol intravaginalmente. Me estaba muriendo de dolor y de impotencia de que me hubieran hecho estar en esta tortura hasta los 4 meses, arriesgando mi vida.
Me explicaron que aún no estaba el cáncer en los pulmones, pero que era altamente probable que por el estado de avance de los tumores, iban a tener que sacar mi útero completo.
Gracias al Estado de Chile, que no me intervino inmediatamente, yo estaba con cáncer y con una alta probabilidad de perder mi útero y no ser madre.
De pronto me anestesiaron. Al despertar, el médico me acariciaba la cara. Y la enfermera me tomaba la mano.
Abrí los ojos, desorientada. No podía emitir palabras. En cualquier otro país del mundo, no hubieran hecho pasar por esto. Llevar mi vida al extremo más límite para entonces decir: es que no quedo otra que el aborto terapéutico.
No podía articular una palabra. La enfermera me miró, y apenas pude balbucear: “¿Tengo útero?”
Y ellas contesto: “Sí, mi niña. Podrás ser mamá”.
Solo se me cayeron un par de espesas lágrimas… Había sido humillada por un sistema y por la moral impuesta de quienes no entienden razones. Había sido obligada a arriesgar mi vida para no ser una delincuente, cuando lo que más yo quería era ser madre.
Durante 8 meses, tuve que hacerme ecografias y exámenes de sangre cada viernes.
Al año, me volvi a embarazar. A los 9 meses y con 3.760 kg nació mi querida Sofía
A los dos años, me embarace y nació Simón.
Ambos sanos, ricos y bellos, como los soñé desde la primera vez que un óvulo mío fue fecundado por Marcelo Araya.
Soy madre hoy gracias a un aborto terapéutico. Y aunque podría haber fingido mil cosas, comparto mi historia porque tenemos que escucharnos y aprender más allá de la ideología.
Si mi suegra, muy católica, de derecha y hasta admiradora de Pinochet lo entendió, cualquiera que ame la vida entiende de lo que hablo.
Otra cosa es con guitarra.
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.
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