Se suele decir que “después de la tempestad viene la calma” y esto parece ser una realidad en todo sentido, salvo que el significado de este refrán nos anima a ser optimistas cuando las circunstancias son adversas y sentimos que hemos pasado a una situación más favorable.
Así pasamos a una situación más favorable si después de la oscuridad llega la luz, qué duda cabe.
Podemos llegar a estar optimistas si las autoridades se comprometen a buscar una solución a las pérdidas y sacrificios que nos deja un fenómeno en el que la falta de previsión del proveedor de un servicio nos deja sin poder contar con un servicio básico en la vida cotidiana como es la energía eléctrica y por consiguiente a oscuras, sin luz.
En cambio, no es posible estar optimistas respecto de sentir que pasó el temporal, si en medio de esto, y después de su paso, las cosas se enredan y las empresas, el gobierno, los municipios, los políticos los de aquí y los de allá, empiezan a trasladar sus responsabilidades y hacen interpretaciones de lo que les corresponde hacer, por ejemplo, reconocer que alguien debe podar los árboles, pero siempre y cuando estén debajo de los cables.
Hace unos días, en la calle Camino El Bosque, conocido antiguamente como Fundo el Bosque, una mañana llena de flashes, luces, cámaras y altas autoridades públicas celebraban en un acto, la presencia de soldados del ejército de Chile que cooperarían en el retiro de escombros, en medio de un paisaje extraño, algo dantesco, con árboles caídos, postes en el suelo cruzando la estrecha calle y particularmente uno aplastando la cubierta delantera de una camioneta blanca de transporte de pasajeros.
Al día siguiente, estuvimos en el lugar, solitario, sin autoridades ni ceremonias, solo con una suave brisa que traía impregnado olor a humo, a cenizas, a plásticos y fierros quemados, era otro temporal que no traía la calma.
Ahora la camioneta un día después de la ceremonia, había sido quemada durante la noche, dejándola convertida en nada.
Las ramas no dejan ver los cables
Al salir del lugar avanzando por Camino a Melipilla hacia Ciudad Satélite, allí a unos cuantos metros y en la vereda frente a un sector de comercio se mecía un frondoso y colorido árbol, sin mediar postes ni cables, con su base quebrada y gruesas ramas pendiendo sobre la carretera de permanente alto tráfico de todo tipo de vehículos.
¿A quién le habrá correspondido su poda, o quién tendrá ahora que sacarlos? ¿el Municipio, ENEL?
¿Quién será responsable si cae sobre el camino provocando eventualmente una tragedia?
En medio de la misma carretera, se abrazan los cables y el tupido ramaje de árboles que ya nadie podó ni ordenó. Otra tarea para adivinar quién no hizo la pega.
Aquí el testimonio gráfico de las palabras sin palabras
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.