Santiago representa no solo la capital de Chile. La Región Metropolitana, en la que se inserta Santiago, contiene más del 40% de la población del pais, en una de las regiones más pequeñas del territorio nacional. Santiago concentra la mayor parte de los servicios y actividades financieras del país. En síntesis, Santiago es una cefalópolis que proyecta un permanente imán atrayendo a trabajadores de todo el país en busca de un mejor futuro.
Esta dependencia hacia la capital no es solo económica, también administrativa. El país cuenta con un régimen presidencial, cuyos proyectos de ley deben ser iniciados por el ejecutivo, quien además controla los plazos de discusión. Por si todo lo anterior fuera poco, nuestro país además es un Estado unitario y centralizado. Esto quiere decir que desde la capital se irradia una suerte de paternalismo administrativo y político hacia regiones. Las regiones no tienen control sobre su legislación, recursos ni autoridades.
Particularmente en la temporada estival, los santiaguinos desean huir a como dé lugar de la capital. Temperaturas sobre los 30° y un espacio natural cada vez más monótono y agreste termina por hacer soñar al santiaguino con los ríos y bosques del sur del país, la Patagonia o la brisa marina.
Ahora bien ¿Por qué debemos conformarnos con los hermosos parajes regionales solo como postales veraniegas? ¿Qué estímulos existen para pensar hacer nuestras vidas fuera de la capital?
Estas preguntan solo pueden ser respondidas favorablemente en la medida que existan políticas estructurales orientadas a desarrollar a las regiones. La regionalización es una urgencia que puede convertir al país en algo inimaginablemente distinto.
[pullquote]Ahora bien ¿Por qué debemos conformarnos con los hermosos parajes regionales solo como postales veraniegas? ¿Qué estímulos existen para pensar hacer nuestras vidas fuera de la capital?[/pullquote]
Aquellos países regionalizados como Alemania o Estados Unidos, son países en primer lugar, desarrollados. Tal parece que una de las claves para el desarrollo pasa por la regionalización. En segundo lugar, son países equitativos en oportunidades. No hay mayor diferencia para un japonés entre nacer en Tokio, Kyoto o Nagoya, en cuanto a sus perspectivas de futuro se refiere. En tercer lugar, regionalizar es entregar libertad. Al disponer de una nación que ofrece alternativas de desarrollo en diferentes puntos de su geografía, le entregamos a los ciudadanos la capacidad de elegir dónde desea realizar de forma más plena su vida (por ejemplo, estos podrían elegir entre la fría tundra patagónica o el clima primaveral de la costa norteña).
Más allá de lo ideológico, desprendiéndonos de acusaciones de contaminación política, regionalizar puede convertirse en la bandera de lucha precisa para pensar en un nuevo orden constitucional. Esta discusión perteneció a un país en formación. En el año 1826 el político chileno José Miguel Infante pensó en Chile como una república federal. Se dictaron leyes en ese sentido. El país se dividió en 8 provincias, cada una de ellas con una asamblea de diputados y gobernador elegido por votación popular. Nadie podría acusar a Infante de inútil y subversivo.
Sin lugar a dudas el mercado no ha sabido responder satisfactoriamente al desafío regionalista. Necesitamos un Estado que planifique su economía. Son precisos los estímulos tributarios para la inversión regional. El Estado debe llegar a donde el mercado no le interesa, las regiones. En materias de salud, educación y conectividad necesitamos de un Estado presente.
Es menester un nuevo trato con las regiones, de lo contrario vamos a terminar asfixiados de centralismo, desperdiciando tal vez uno de los países con más méritos para regionalizarse, su cohesión social dentro de su diversidad cultural y geográfica.
leonardo murillo dice
Muchas gracias, Sr Tello.