El Profesor Carlos Jara, Concejal, presidente de la Comisión de Educación del Concejo Municipal de Maipú, entrega un punto de vista sobre el tema educacional, comprometiendo una serie de artículos de distintos autores que permitan contextualizar el desarrollo educativo en el país, para mejor comprender las distintas etapas y desafíos que permanentemente ponen de relieve la necesidad de debatir un tema tan trascendente, si se considera como el motor de progreso que y mejoramiento de las condiciones de vida de la población.
El siguiente es el texto que hace llegar, el concejal Carlos Jara:
“La educación en Chile en su historia, nos va ilustrando respecto de sus avances y objetivos según las distintas épocas y énfasis. Hoy hablamos insistentemente sobre la necesidad de mejorar la calidad de la educación y seguramente coincidiendo con el cambio en la administración del país, irán surgiendo posiciones, intereses, y la apertura de nuevos debates, que estarán sustentados en la recurrente idea de que es posible mejorar los estándares de la calidad educativa.
Quiénes durante un par de décadas estuvieron dirigiendo el sistema educativo nacional, tendrán fundadas razones para sentir que los procesos de modernización, el cambio en la legislación docente, la reforma educacional, el aumento de la subvención a los alumnos prioritarios, la cuantiosa inversión en mejoramiento de la infraestructura de los locales escolares etc, como representación de un notable avance en las últimas décadas.
Por su parte, los ayer opositores, hoy gobernantes, tratarán de poner el acento como es natural en aquello que quedó pendiente o que definitivamente no fue abordado.
La primera iniciativa mediática está representada por la llamada “semaforización de la educación”, que si bien es un asunto cosmético y de dudosa efectividad, representa un indicio de una serie de novedades que serán puestas en el tapete, con toda la pomposidad de lo nuevo y bonito.
Tendremos tiempo de examinar los detalles de la actualidad, por ahora, creo interesante reproducir una primera parte de datos relevantes recogidos por el profesor IVAN NUÑEZ, historiador y analista de políticas educacionales., que nos remonta al principio de todo:
LA EDUCACION CHILENA ANTES DE 1950
“Durante la época colonial la educación formal uvo un escaso desarrollo. Unas pocas escuelas de primeras letras estuvieron a cargo de los Cabildos o de la Iglesia. Esta mantuvo también algunos colegios y seminarios. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX y como expresión de la ideología de la Ilustración, se fundaron la Universidad de San Felipe y otros centros.
A comienzos de la época de la Independencia, se creó el Instituto Nacional, como institución de educación secundaria y superior, dedicada a formar las élites para el nuevo Estado.
La Constitución de 1833 – que regiría hasta 1925 – reconoció la libertad de enseñanza y, al mismo tiempo, asignó al Estado una fuerte responsabilidad en el desarrollo y supervigilancia de la educación nacional.
En 1842 se creó la primera universidad pública, con el nombre de Universidad de Chile, sobre la base de la antigua Universidad de San Felipe. A ella se le encargó inicialmente la tuición o “superintendencia” sobre el naciente sistema educativo nacional. El mismo año se fundó la primera escuela normal y poco después, una escuela de artes y oficios y un conservatorio de bellas artes.
Durante la segunda mitad del siglo XIX fue constituyéndose el sistema nacional de educación. Un hito importante fue la primera ley sobre instrucción primaria, dictada en 186O. En parte debido al carácter unitario del Estado, en parte por la influencia cultural y educativa francesa, el sistema se organizó en forma centralizada.
Las instituciones educativas principales eran la Universidad y los llamados “liceos”, de caracteres humanísticos y preparatorios para el ingreso a la Universidad. En 1842, había sólo 2.OOO estudiantes secundarios, en 1852 ya eran 4.268 y en 19O8, 7.19O estudiantes.
Las escuelas primarias del Estado se destinaban principalmente a enseñar las primeras letras a niños de las clases pobres. En 1842 ellas matriculaban apenas a 1O mil niños, pero en 1887 ya concurrían a ellas 113 mil, lo que representaba una cobertura de 2O% de las edades de 6 a 14 años. A estas escuelas se sumaban algunas escuelas comerciales, técnicas o de oficios, que en 19O8 atendían a 6.791 jóvenes. Las escuelas normales, por su parte, matriculaban en 19O8 a 1.726 futuros maestros.
La Iglesia Católica fue aumentando su participación en la tarea educacional y demandaba del Estado el derecho a mantener sus propios establecimientos y a influir sobre la educación pública, por entonces bajo orientación ideológica liberal. No obstante, la educación pública mantuvo su carácter laico.
Desde los años 8O, se abrió paso la influencia cultural y pedagógica alemana. Catedráticos de este origen se encargaron de conducir las escuelas normales y de reformar la educación primaria.
Otros, de la misma nacionalidad, fundaron en 1889 el Instituto Pedagógico, destinado a formar profesores secundarios, el cual se integraría posteriormente a la Universidad de Chile, como base de su facultad de filosofía y educación.
Desde la misma época, gracias a una creciente responsabilidad del Estado en este ámbito, la enseñanza primaria experimentó una ininterrumpida expansión – salvo en los años inmediatamente posteriores a la crisis mundial de 1929 – Así, el analfabetismo descendió desde 6O% en 19O7, hasta 19,8%, según el Censo de 1952. En 192O, se dictó una Ley de Educación Primaria que estableció la obligatoriedad de la misma y que facilitó la tendencia de crecimiento del sistema.
La Constitución dictada en 1925 separó la Iglesia del Estado, mantuvo el principio de libertad de enseñanza y declaró que la educación era “atención preferente del Estado”.
Hacia fines de los años 20 se reorganizó el sistema educacional público y se creó el actual Ministerio de Educación. Se reforzaron los rasgos centralizados del sistema y se estableció una minuciosa regulación de los aspectos administrativos y pedagógicos del mismo.
Por los mismos años, manifestaba una tendencia de base científica, que promovía, particularmente en la enseñanza primaria, una pedagogía activa y centrada en el educando. Se inició entonces, en el sistema público, un movimiento de experimentación educacional – traducido en el funcionamiento de diversas escuelas de ensayo – y se aprobaron diversas reformas curriculares. Este movimiento se prolongaría hasta comienzos de los años 7O.
Desde comienzos del presente siglo se venía criticando el llamado “enciclopedismo” de la educación secundaria general y se requería una enseñanza más funcional al desarrollo económico.
En la década de los 4O, se fundaron los “liceos renovados”, que ofrecerían una enseñanza secundaria más moderna. Paralelamente tomó impulso la educación técnica o vocacional.
Entre 1935 y 195O aumentó sus plazas desde 3.456 hasta 9.422 alumnos. Se creó, hacia finales de este lapso una segunda Universidad pública, la Universidad Técnica del Estado.
Así, más allá de sus objetivos relacionados con la integración de la nacionalidad, la educación empezó a orientarse – aunque insuficientemente – por objetivos vinculados a la formación de los recursos humanos requeridos por la industrialización y la urbanización que por entonces experimentaba el país. A la tradicional Universidad de Chile, se había sumado, a fines del siglo pasado, la Universidad Católica de Santiago y, en la primera mitad de este siglo, la Universidad de Concepción, la Católica de Valparaíso y la Universidad Técnica Santa María, estas cuatro últimas privadas. Además, la ya mencionada Universidad Técnica del Estado. La fundación de ellas y de las dos que se crearían en la década del sesenta, fue autorizada mediante leyes y aunque autónomas, todos los centros privados estaban sujetos a la supervigilancia académica de la Universidad de Chile, que se reservaba la otorgación de títulos y grados.
En diversas proporciones, todas las Universidades recibían subsidios estatales y eran prácticamente gratuitas. Mientras en 1935 concurrían a ellas 6.283 estudiantes, en 195O recibían a 14.917 estudiantes.”
La Batalla, de Maipú hacia el Mundo.
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