Las imágenes del Ministro de Energía Máximo Pacheco huyendo intempestivamente de una reunión en San José de Maipo sorprenden no porque sean novedosas, sino precisamente porque no lo son.
Hubo dos ministros que desde el comienzo de la actual administración se encargaron de señalar que venían a protagonizar un cambio de paradigma en su área. Uno fue evidentemente el de Educación, Nicolás Eyzaguirre. El otro fue precisamente Pacheco.
Ahora, de Eyzaguirre podemos decir muchas cosas y plantear muchas críticas (el listado sería largo), pero que sus acciones han generado un ambiente en que se asume que las cosas van a cambiar (para bien o para mal, con más o menos radicalidad) es innegable. Costaría decir lo mismo con respecto a Pacheco.
La reunión que se llevó a cabo en San José de Maipo responde básicamente al mismo esquema en que la política energética del país lleva dándose en las últimas décadas: una empresa privada propone un proyecto energético, la autoridad lo avala (después de un análisis más o menos concienzudo, más o menos científico, más o menos político)y entonces esta autoridad tiene que hacer el trabajo político de convencer a la sociedad de las bondades del proyecto en cuestión.
Este esquema de generación de iniciativas energéticas no sólo ha provocado una gran conflictividad social en las comunidades potencialmente afectadas por estos proyectos, sino que ha sido un fracaso en términos de dotar a Chile de una infraestructura energética. La electricidad en Chile es cara e insuficiente para las proyecciones de crecimiento económico.
Lo lógico sería entonces que las energías del Ministro Pacheco se enfocaran en el diseño de un mecanismo de generación de proyectos energéticos que pueda responder a los requerimientos del país y, a la vez, resultar satisfactoria para las comunidades que puedan ser afectadas por los eventuales proyectos. Uno imaginaría algo así como que el Estado defina las necesidades energéticas, que elabore proyectos energéticos concretos a partir de esas necesidades, que los discuta con aquellas comunidades que pudieran verse afectadas contemplando compensaciones, para finalmente aprobarlos y recién entonces plantearse el problema de quién va a llevar adelante el proyecto en cuestión. Un esquema de ese tipo estaría lejos de ser socialista, estatista ni nada por el estilo (para tranquilidad del stablishment político y económico), pero pondría orden en un área sensible como ésta.
Porque uno de los problemas de la actual institucionalidad energética es que el Estado se limita a visar proyectos privados. De este modo, si eventualmente ninguna empresa presentara proyecto alguno de generación energética, simplemente no se construiría ninguna central de ningún tipo. Uno entiende que nuestra elite y nuestra clase política confían en el rol progresista del emprendimiento, pero la “no-política” energética de Chile hoy nos lleva al absurdo.
Y sin embargo, el Ministro Pacheco fue encarado cuando precisamente estaba comprometido en un proyecto privado enmarcado absolutamente en la institucionalidad que declaró tener intenciones de cambiar. La furia de los habitantes del apacible San José de Maipo no es en definitiva lo sorprendente, sino la presencia del Ministro ahí.
Porque, si lo pensamos bien, ¿por qué una autoridad pública debe con cargo al gasto público dedicar su tiempo a convencer a la sociedad de las bondades de una iniciativa privada? ¿No tiene esa empresa contemplada en sus gastos la difusión de sus bondades? Hemos sabido muchas veces de exautoridades devenidas en lobbystas empresariales, pero que lo hagan desde el ejercicio de su cargo resulta a lo menos sospechoso. El Ministro Pacheco argumentaría que no es ni su simpatía con la empresa en cuestión ni su gusto particular por este proyecto energético lo que lo motivó a ir a San José de Maipo, sino que su presencia se hace necesaria por las peculiaridades de la institucionalidad energética. Y ahí llegamos a punto muerto, ¿no se suponía que era eso lo que él iba a cambiar?
Profesor de Historia y Geografía.
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